Abanico
INE: Democracia a precio de oro
Nadie nos dijo que la democracia tuviera un costo en pesos y centavos tan alto. O que costara tanto sudor a quienes trabajan y ganan los recursos con el sudor de su frente. Sí se nos dijo que la democracia –como es que es– es el mejor sistema por el cual los ciudadanos expresan su voluntad de construir gobierno, instituciones y su presente y futuro… Pero ¿así?
Después de más de cincuenta años de dictadura de un partido político, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1979 su gente abrió las puertas para hacer una Reforma Política en la que se dio acceso a otras voces de partidos venidos desde otros ideales y otros ámbitos del país.
Y para erradicar la vieja costumbre del chanchullo político-electoral, luego se fueron construyendo organismos que habrían de cuidar las manos a los políticos marrulleros, acostumbrados a llenar urnas antes del voto, a recorrer casillas para obligar al voto en favor de su candidato específico; incluso a matar gente que pudiera votar en contra del partido en el gobierno. Para que esto no ocurriera se construyeron organismos electorales ciudadanos. Poco a poco. Los primeros pasos.
Eran instituciones de lo electoral, lo que quería decir instituciones de la desconfianza: Desconfianza en los actores políticos, en gobernadores, en presidentes municipales, en funcionarios públicos, en militantes de partidos, en todos esos que se servían con la cuchara grande en eso de decidir en nombre de la mayoría quién y cómo habrían de gobernar… Se quiso poner candado a esas tropelías…
Y por lo mismo se quitó de las manos del gobierno, que a través de la Secretaría de Gobernación operaba lo electoral, como cuando “se cayó el sistema” en 1988 siendo secretario de Gobernación el señor Manuel Bartlett Díaz, entonces furibundo priísta y hoy furibundo morenista…
Un largo y sinuoso camino el de la construcción de organismos electorales y sus tribunales, para a su vez cuidar la probidad de éstos… Los mexicanos descansábamos un poco porque confiábamos en que así y sólo así podríamos construir y consolidar nuestra democracia mexicana. Sí. Pero no.
Resulta que de hace algunos años a la fecha, estos organismos autónomos y con presupuesto propio, naturalmente salido de la hacienda nacional, se han transformado en uno sólo desde 2014 con 32 advocaciones distintas.
Un solo organismo que organiza, coordina, opera, decide el cómo y qué de los procesos electorales… Un organismo que aún hoy, después de tantos años, sigue cuidándoles las manos a los políticos marrulleros que esperan la mínima oportunidad para construir su propio imperio y garantizar su futuro político… Sí. Pero no.
Un día los partidos políticos organizados bajo el rubro de “sistema de partidos”, en México, decidieron apropiarse de estos institutos. El Instituto Federal Electoral, que ya estaba contaminado, pasó a ser de pronto el Instituto Nacional Electoral
–¡gran cambio, tanta imaginación!– con la idea de quitar el poder y la gloria a los gobernadores de los estados de la República en la decisión de candidatos y organización de lo electoral estatales.
Y así de pronto se centralizó la autoridad de las elecciones. Se centralizó en un organismo que es el INE y del que dependen los consejos estatales de lo electoral.
Los partidos políticos deciden a los consejeros, por cuotas de poder; deciden tiempo y forma delo electoral; deciden número de posiciones y plazas dentro de los mismos institutos y son los partidos políticos –nueve legalmente reconocidos– los que deciden desde el Congreso Mexicano la integración de quienes habrán de cuidarles las manos: contradicción de contradicciones.
Así que juez y parte, los partidos políticos se incrustaron en aquello que iba a ser ciudadano y autónomo, y se incrustaron asimismo en los Tribunales de lo electoral y están en ese congreso que es de ellos y en donde los mexicanos no estamos representados.
Y ahora resulta que ese organismo que buscaba la mínima expresión para conseguir lealtad y transparencia electoral se ha convertido en un monstruo insaciable de recursos, como es el INE.
Esto es: para 2016, año en el que habría elecciones en menos de la mitad del país, presupuestaron 15,473 millones de pesos. De éstos 4,031 se entregarán a partidos políticos como prerrogativas para lo ordinario o para actividades específicas. Dinero nuestro. No dinero de ellos.
Los Consejeros electorales, provenientes y representantes de partido, ganan cada uno 262,534.00 pesos de los mexicanos. Y tienen derechos y privilegios de tal grado que enlistarlos resulta indignante y soez.
¿Por qué tanto dinero? ¿Por qué tan alto el costo de nuestra democracia? ¿Quién controla esto? ¿La voracidad tiene límites o seguirá creciendo en este país de crisis económica, política y social?…
Es, ciertamente, una desvergüenza presupuestar estas cantidades para un año semi electoral, y es una desvergüenza de todos nosotros que lo permitimos. ¿Alguien ha tomado nota de este exceso infrahumano?… ¿Hasta cuándo así?…
Así que con los institutos de lo electoral; el instituto nacional de lo electoral y los tribunales, a los mexicanos nos salió más caro el caldo que las albóndigas. ¿Y nuestros representantes que deberían cuidar nuestros fueros y privilegios?… Pues nada, que son ellos mismos los beneficiarios.