Obispos de México: Un nuevo horizonte/Felipe de J. Monroy*
CIUDAD de MÉXICO, 25 de noviembre de 2016.- Si en el intento de descalificación de Andrés Manuel López Obrador sus adversarios omiten diseccionar sus avances, reconocer aciertos, advertir sobre la propia situación en deterioro y acerca del avance de expresiones sociales diferentes y contrarias a las fuerzas que hasta ahora han ejercido el poder nacional, corren el riesgo de contribuir a su propia derrota.
López Obrador no solamente ha retomado la iniciativa y la delantera, sino que sus adversarios no parecen capaces de un desafió creíble que no puede ser ignorado con la expresión de, por ejemplo, en relación con el “reto” de Enrique Ochoa dirigente nacional el PRI: “yo debato con Carlos Salinas que es el jefe de la mafia del poder”.
Mantenerla la posición de avanzada del político que aún electriza a sectores populares es una función inversa de las capacidades de los opositores a la propuesta de Andrés Manuel López Obrador: las ideológicas, político-programáticas, mediáticas y de territorio.
Uno avanza y el vecino del centro, el de la izquierda y el de la derecha habitan en su pasmo.
No únicamente en las encuestas ha progresado.
En ellas el efecto del triunfo electoral de Donald Trump comenzará a percibirse, positivamente para él, en los próximos acercamientos al estado de la opinión pública lo cual parecería respaldar la aspiración del político tabasqueño si no se consideraran elementos como la capacidad inteligente de reacción creativa.
También hay progresos, para Morena, a partir del desconcierto predominante dentro del PRI y el gabinete presidencial, así como en las filas del PAN, cuya principal aspirante, Margarita Zavala, aparece, por ahora, con cierto desdibujo, aunque sólidamente entre las primeras dos precandidaturas relevantes.
Ricardo Anaya ha medio desbarrancado al hacerse antipáticamente evidente su estatus, su privilegio por la escuela estadounidense y por la ausencia de auténtico diálogo interno con el calderonismo.
La presentación de Bertha Luján, comentada por el dirigente de Morena este domingo, precisada por la estructuración que de ese partido se habría logrado en 40 mil de las 65 mil secciones electorales indispensables para tener verazmente control territorial de la elección del 2018, es un indicador de ese momentum que ha comenzado a adquirir López Obrador .
Para “serenar México”, el aspirante presidencial plantea la estabilidad y la ley; recupera el fraseo que es lugar común ante el derrumbe de las expectativas, reveladas por las mismas encuestas, de los liderazgos nacionales y en la CDMX aunque no necesariamente en el Estado de México: se repite a sí mismo como factor creíble ante la corrupción, impunidad, abuso.
¿Cuál es la medida de su confiabilidad?
En Edomex el posicionamiento de Morena, encuestas cuchareadas o no, es apenas cercano y debajo al del PRD.
De ahí que el brinco a la frase de Andrés Manuel sobre constituir a las elecciones de 2017 en “prólogo del viraje” en 2018, no se sostiene, en el Estado de México, por ahora.
Los actores políticos comienzan a extinguir su utilidad pública en la medida en que sus inhabilidades y silencios permiten el posicionamiento, creíble y debatible, de sus adversarios.
El triunfo de López Obrador sería resultado de sus empeños y capacidad de interlocución de una mayoría votante y, también, una consecuencia del conjunto de aciertos y desaciertos de quienes se le resisten.
Y todo es cuestión de confianza.