Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
El éxodo del miedo
Ya no tienen otra esperanza que la de no morir.
Cuando las esperanzas se van acabando no queda otra cosa más que empujar para adelante. Saben que si se quedan estáticos, les puede ir la vida en ello.
Durante años han sufrido precariedades, pobreza, enfermedades, hambre. Esa es su condición ‘normal’ de siempre, es parte de su vida diaria. Ahora, ya no se trata de seguir siendo pobres, ahora no moverse les puede provocar la muerte.,
Son los indígenas mixes que se mueven por la sierra, bajo el cielo preñado de nubes. Llueve, pero no les importa, de hecho, la lluvia es el motivo que los catapulta a dejar su tierra.
Marchan en hilera, cargando lo que puedan llevar sus manos. Sus pertenencias personales, lo poco que tienen. Los bultos en donde trasladan lo que les dio tiempo de transportar. Su ropa, comida, agua, una que otra silla, un petate.
Los aguaceros los obligan a dejar lo que más quieren: su tierra, pero prefieren hacerlo antes de verse rodeados por ríos de agua y lodo que le impida huir, que se conviertan en una gran trampa.
Ha llovido mucho tiempo en Santa María Tepantlali, Oaxaca, y el área puede sufrir una catástrofe por el exceso de agua. Les costó mucho trabajo decidirse, pero ahora que lo hicieron, ya no quiere detenerse.
Nadie sabe cuántos son. Algunos de estos indígenas mixes mencionan que pueden ser entre 500 y 700, pero la cifra exacta nadie la sabe. Esos niños, jóvenes, adultos, ancianos, sólo saben que tienen miedo.
Únicamente están conscientes de que no quieren morir ahogados o aplastados por un torrente de agua, lodo, piedras y basura, de los cerros cercanos a donde siempre han vivido.
Al problema de las lluvias se agregaron los estragos del terremoto ocurrido en días pasados. De repente, en su pueblo de Santa María Tepantli, se encontraron aislados, sin comida y casi sin agua potable.
Cuando ellos decidieron abandonar su tierra, aún no llegaba la ayuda oficial, sólo un grupo de médicos que se organizó para brindarles apoyo. Los médicos se trasladaron a bordo de tres camionetas, en las que transportaron material de primeros auxilios y algunos medicamentos.
Los indígenas se dispersaron, algunas familias quedaron divididas. Unos fueron a Tamazulapan del Espíritu Santo, Asunción Cacalotepec o a las comunidades asentadas en el Valle Central de Oaxaca.
Un éxodo moderno provocado por carencias ancestrales. El hambre y la inseguridad, como principales motivos, como lo fueron en la diáspora hebrea, en el peregrinar de los aztecas, en el escape de decenas de macedonios que no tuvieron otra suerte que la de caminar sin volver la vista para atrás.
En San Mateo del Mar, Oaxaca, sólo fallecieron cuatro personas a consecuencia del terrible terremoto, el más fuerte de los últimos 100 años. Quizá por eso, la ayuda no ha fluido como debe, para llevar comida y agua que hace falta, para apoyar en la reconstrucción de ese pueblo de la costa devastado.
A siglos de postración económica, vino un terremoto y lluvias que volvieron a sepultar cualquier esperanza.
Por eso, ellos marchan, para que la muerte no los agarre pasmados, estáticos, sin moverse.