
¡Otro plan nacional de desarrollo inservible!
Rebasados por la naturaleza
La magnitud del daño de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, no fueron suficientes para que la autoridad gubernamental del sector salud federal y de la Ciudad de México desarrollaran un “plan de salud mental”, que coordine el trabajo interinstitucional y de organización civil en atención a las víctimas; la naturaleza nuevamente los puso en “jaque” el pasado 19 de septiembre, y evidenció la capacidad de respuesta con medidas retardadas y dispersas de atención al estrés, ansiedad, miedo y angustia de la población en general. Ahora sí, ya se trabaja en esquema gubernamental con la asesoría de la
Organización Panamericana de la Salud, y la intención es tenerlo listo en el 2018.
La relevancia y necesidad de este “plan de salud mental”, ya se había indicado por el reconocido psicólogo Edgar Aníbal Galindo Cota, en el libro “Intervención de Psicólogos de la UNAM Iztacala después de los Sismos de 1985 en México”. Destaca que cada ciudad, estado o país cuente con una estrategia de salud mental integrado a los planes de emergencia para catástrofes, tal como sucede en Estados Unidos. Más aún, la Ciudad de México debe disponer de uno por su vulnerabilidad a los movimientos telúricos como consecuencia de su estructura geológica.
Galindo puntualiza, al tomar como referencia al especialista D. Myers, que el plan debe especificar las funciones, responsabilidades y relaciones de diversas entidades participantes e incluir un programa de manejo de crisis en los albergues, locales donde se distribuyen alimentos; en el largo plazo, estos apoyos deben integrarse con otros servicios humanitarios destinados a los sobrevivientes.
La experiencia de los especialistas no fue capitalizada. Por lo menos, así lo demostró el desempeño de funcionarios de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, dirigida por el Dr. José Armando Ahued Ortega, con la implementación del programa “Estoy Contigo”, después de 4 días que se registró el sismo, para responder a la crisis emocional de los capitalinos que mínimo, junto al susto, no se quitaban la sensación del movimiento de la tierra bajo sus pies.
En boletín informativo, la SEDESA CDMX consideró que estrategia realizada en conjunto con el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, la Asociación Psiquiátrica Mexicana y la Asociación Psicoanalítica Mexicana, “ha tenido una aceptación importante en poco tiempo, ya que también se han incorporado más de 400 profesionales de salud mental voluntarios, que han sido capacitados en intervención de crisis y manejo de primeros auxilios psicológicos con un enfoque en situaciones de desastre”.
La pregunta es ¿si son profesionales de la salud mental, por qué tendrían que ser capacitados en intervención de crisis y manejo de primeros auxilios con un enfoque en situaciones de desastre? Si los profesionistas no cuentan con estas habilidades entonces habrá que hacer una revisión de los planes de estudio en universidades y escuelas para introducir esas materias; o será que ¿es una justificación de una medida retardada y aplicada 4 días después del sismo?
En tanto, la respuesta conjunta del IMSS, ISSSTE y Secretaría de Salud federal, que presiden Mikel Andoni Arriola Peñalosa, José Reyes Baeza Terrazas y José Narro Robles, respectivamente, en esta materia, fue reportar la coordinación con el instituto referido, que cuenta con brigadas de atención psicológica y pone a disposición de las personas que lo requieran las líneas: 41 60 52 41 y 41 60 54 38 en la Ciudad de México, y el 01 800 611 4488 para los demás estados afectados; y con la Secretaría de Salud de la CDMX con su línea telefónica Medicina a Distancia 51320909.
Además notificaron la atención en 5 módulos y 150 psicólogos por parte del ISSSTE, los 15 Centros de Atención Integral para la Reconstrucción de la CDMX y “carpas instaladas de las delegación de Tlalpan y Álvaro Obregón, los albergues del Deportivo Plan Sexenal, Parque Lira y Clínica Condesa.
Las acciones referidas para una población de 8 millones 985 mil 399 habitantes de la Ciudad de México, de acuerdo a la Encuesta Intercensal 2015, del INEGI.
Si esto sucede en la Ciudad de México que posee infraestructura y recurso humano, ¿cuál será la situación de la población de los estados de Oaxaca, Michoacán, Chiapas, Guerrero, Morelos, Tlaxcala y Puebla, que registraron movimientos telúricos del pasado septiembre?
Ante las consecuencias, nuevamente vividas, el Dr. Alejandro Córdova Castañeda, titular del Programa de Salud Mental de la SEDESA, anunció en esta columna que por iniciativa de esta institución de gobierno central en coordinación con el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, perteneciente a la Secretaría de Salud federal, y la Organización Panamericana de Salud, se trabaja en la elaboración de un “plan de salud mental” para casos de desastres que entraría en operación en cualquier entidad federativa del país.
Se pretende que el modelo sea adaptado a las condiciones sociales y culturales de cada entidad federativa. El rector del programa será la SS federal y el encargado de coordinar los trabajos, el instituto mencionado por su experiencia e investigaciones realizadas. Se pretende tener el documento en el 2018.
En las reuniones realizadas para el plan, han participado las secretarías de salud de los estados de Oaxaca, Morelos, Puebla, Ciudad de México, el Instituto Nacional de Psiquiatría e instituciones como la UNAM, a través de su Facultad de Psicología.
La SEDESA informó que a través del programa “Estoy Contigo” al 3 de octubre, se realizaron “16 mil 127 atenciones psicológicas y psiquiátricas, la línea “Medicina a Distancias” atendió tres mil 366 llamas, se ejercieron 190 asesorías presenciales en los diferentes módulos; en tanto el IMSS reportó que el Sistema Nacional de Salud en la CDMX atendió psicológicamente a 25 mil 393 personas al 1 de octubre. En total, 45 mil 75 personas tratadas en sus emociones.
En plática, el Dr. Córdova Castañeda detalló que entre el 95 y 97 % de las 16 mil 127 atenciones son psicológicas; y entre el 3 y 5 % son psiquiátricas, es decir entre 483 y 806 personas han requerido de un tratamiento integral psiquiátrico, y de estas últimas cantidades el 3% han requerido de un tratamiento farmacológico.
De los 16 mil 127 personas atendidas por la Secretaría de Salud de la CDMX, entre el 10 y 15 % son niños y niñas; es decir, entre mil 612 y dos mil 419 son menores de edad, a quienes “casi no se ha medicado porque no lo necesitan”, puntualizó el especialista.
El responsable del Programa de Salud Mental de la SEDESA, enfatiza que los capitalinos aún están “saliendo de la emergencia, de la etapa de las manifestaciones emocionales agudas”, miedo, estrés y angustia. Si después de 4 o 6 semanas del suceso vivido, la persona sigue manifestando estas emociones, entonces ya se indica que existe un “trastorno de estrés postraumático”.
En el libro “Intervención de Psicólogos de la UNAM Iztacala después de los Sismos de 1985 en México”, editado por la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología A.C.,
Galindo Cota explica que los factores mayores de riesgo para contraer una “perturbación de estrés postraumático”, radican en presenciar atrocidades, ser víctimas de ataques terroristas y participar en labores de auxilio a víctimas de catástrofes, entre otros.
El ahora profesor de psicología en la Universidad de Lusófona de Humanidades y Tecnología en Lisboa, detalla que una persona presenta trastorno por estrés postraumático cuando reúne las siguientes condiciones:
Ha experimentado, presenciado o le han explicado uno o más acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás ( por ejemplo, guerras, atentados o catástrofes)
Ha respondido con temor, desesperanza u horror intensos.
Registro de síntomas persistentes de aumento del estado de alerta, ausentes antes del trauma. Con la presencia de dos o más signos: dificultad para mantener o conciliar el sueño, irritabilidad o ataques de ira; dificultad para concentrarse y respuestas exageradas de sobresalto.
Evasión persistente de estímulos asociados con el trauma y “embotamiento de la reactividad general” del individuo, ausente antes del suceso. Como indican tres o más de los síntomas: esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso así como actividades, lugares o personas que motivan su recuerdo; incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma; reducción importante del interés o de la participación en actividades sociales o laborales; sensación de desapego o enajenación frente a los demás y de un futuro desolador por ejemplo, no tener esperanzas de formar una familia, hallar empleo o llevar una vida normal; y restricción de la vida afectiva como, por ejemplo, incapacidad para experimentar sentimientos de amor.
¿Cuántos de estos indicadores está viviendo la población de la CDMX y de las entidades federativas afectadas por los sismos? ¿Cuántos de estos síntomas presenta usted, su esposa, su esposo, su hijo, su hija, su hermana, hermano, su mamá, su papá, su amiga o amigo, después del pasado 19 de septiembre de este año? Existe algún sentimiento de ausencia de paz interior que afecta su desempeño en el trabajo, en su familia o entorno social? ¿Cómo lo está resolviendo la autoridad? ¿Qué alternativas se aplican para ello?
De esto hablaremos en la siguiente entrega en este espacio. Lo invito a ser partícipe de esta columna dedicada al desarrollo humano, cuyo propósito es difundir información, actividades, programas y herramientas implementadas o creadas por instituciones gubernamentales, educativas, privadas y de la organización civil para la preservación de la salud, potencialidades productivas y creativas de la persona.
**Consultora en comunicación y fans del desarrollo humano.