Abanico
Hace unos días, el titular de la Secretaría de Seguridad, Alfonso Durazo, dijo que, de manera personal, no cree en la teoría del «asesino solitario» en el caso de Luis Donaldo Colosio.
Quien se desempeñará en 1994 como secretario particular del entonces candidato presidencial del PRI, señaló que dado el contexto de confrontación política que se vivía en esa época, nunca coincidió con la versión de que Mario Aburto Martínez actuó de manera aislada la tarde de 23 de marzo de 1994 que decidió disparar en contra de Colosio Murrieta durante un acto de campaña en Lomas Taurinas, Tijuana.
«(Es) demasiado simplista, que un momento de alta confrontación política y sobre todo, en el contexto de la madre de todas las batallas por el poder que es el poder presidencial, el asesinato de Luis Donaldo tuviera explicación en la mano de un asesino solitario. Francamente nunca he aceptado esa tesis», señaló.
El ahora funcionario federal indicó que respalda su conclusión conforme a elementos objetivos, pero también «subjetivos», y aclaró que una posible revisión del caso no entra en el marco de sus competencias sino, en su defecto, correspondería a la Fiscalía General de la República iniciar una nueva investigación.
Cuando Luis Donaldo Colosio llegó a su cita fatal en Lomas Taurinas ya era un político poseedor de una candidatura presidencial muy debilitada.
El enrarecimiento que le ocasionaron desde su nominación hasta el desarrollo de su efímera campaña los silencios cifrados de Carlos Salinas de Gortari y la rebeldía permitida a Manuel Camacho Solís, lo convertía ante los medios y la opinión pública, día tras día, en un prospecto presidencial no deseado por los mismos que en su momento lo encumbraron.
El desenlace trágico del crimen proditorio perpetrado en Tijuana al político de Magdalena, Sonora, fue precedido por un aroma de conspiración que hasta la fecha no se ha podido diluir.
El general Domiro Roberto García Reyes, con su estrategia de protección al candidato conocida como formación Diamante, no fueron suficientes para evitar el asesinato de Luis Donaldo.
Dicen los que eran cercanos a Colosio que el general García Reyes se comunicó a Los Pinos y sólo acertó a decir: “me lo mataron”.
Queda el recuerdo de aquel audio ampliamente difundido, que decía: “el gobierno mató al propio licenciado Colosio… mira, las autoridades al no tener a la mano a los verdaderos culpables agarran a un chivo expiatorio para acallar a la gente y mantenerla calmada… las personas que vinieron a torturarme me hicieron comentarios sobre eso también”.
La pistola Taurus con la que Aburto cometió su crimen era un arma descontinuada. Pero esa historia ahora está en duda, ¿En verdad, Aburto es un asesino solitario? ¿Era el mismo hombre el que aprehendieron en Lomas Taurinas y el que presentaron en Almoloya?
La periodista Laura Sánchez Ley, autora del libro «Aburto. Testimonios desde Almoloya. El infierno de hielo», relata por medio de cartas y llamadas hechas desde la prisión, de expedientes judiciales y de entrevistas a personajes clave, una nueva historia, revela que quizás la teoría del asesino solitario simplemente no lo es, como el mismo Durazo cuestiona.
Recientemente Sánchez Ley logró, después de dos sexenios de solicitudes de información, que las autoridades mexicanas desclasificaran el expediente sobre el proceso penal en contra de Mario Aburto Martínez y la averiguación previa del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Fue entonces, la primera ciudadana en tener acceso a las doce cajas de evidencia del magnicidio almacenadas en un cuarto polvoriento y húmedo del Juzgado Primero Penal del Estado de México del Poder Judicial de la Federación.
Sabremos entonces gracias a las dudas de Durazo y las investigaciones de Sánchez Ley, en esta cuarta transformación ¿Quién mato a Colosio?