El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Economía de crisis: Integridad, ética y sacrificio
Por: Felipe de J. Monroy*
Partamos de dos terribles certezas. Primero, la emergencia sanitaria global ya ha generado un panorama sumamente complejo para la economía de todas las naciones; segundo, este tipo de crisis suele evidenciar dos actitudes comprensibles ante el escenario económico: la desesperada angustia por volver a la situación precedente o la inquieta creatividad por imaginar nuevos modelos de producción y de mercados.
En los primeros momentos de una crisis económica es natural que predominen las voces que demandan resguardar el statu quo, que soliciten una defensa de sus bienes, sus derechos, sus beneficios, las leyes y las relaciones que les habían funcionado hasta el momento; sin embargo, conforme las crisis se prolongan o agudizan, comienzan a tomar sentido aquellas voces que planean cambios profundos en los modelos económicos.
También es sencillo intuir quiénes se encuentran en uno u otro espectro de pensamiento: los más aventajados, cómodos y seguros harán lo imposible por permanecer aventajados, cómodos y seguros; quienes no, parecerán más abiertos a los cambios. Sin embargo, en una crisis hay algo más importante que el porvenir o la resolución del modelo económico: es atender las tensiones propias del escenario de crisis, las personas, sus empleos, sus bienes, sus relaciones, sus expectativas y necesidades.
Saber mirar esta realidad excruciante y obrar en consecuencia es mucho más importante que gastar todas nuestras fuerzas en tener la razón sobre lo que depara el futuro. Nuestro país y todo el orbe han entrado en una economía de crisis lo cual indica que los valores y principios tomarán más visibilidad en las dinámicas de producción, mercado y administración existentes. En las industrias, negocios y servicios donde antes de la crisis había integridad, ética y sacrificio económicos, estos refulgen como antorchas en medio de la noche; donde sólo había interés, usufructo y utilitarismo, también descollarán, pero por su obscenidad y escándalo.
Es decir, si hay ética y solidaridad en una dinámica económica (sea empresa, negocio o servicio) aquellas resplandecerán ante las adversidades; pero si no, será imposible maquillar con ganancias, dádivas o privilegios su rostro perverso; si -como dijera Camus- la integridad de un empleado o empleador no requirió de leyes, habrá certeza laboral; si había auténtico riesgo en el empresario y si había verdadero compromiso en el trabajador, no hay razón para que no lo sigan practicando con creatividad en una crisis o dialogarlo con madurez para reemprender esfuerzos con el mismo compromiso y denuedo cuando se vislumbre luz al final del túnel.
Y ojalá muchas de estas relaciones fueran autoimpuestas como producto de la razón, la moral, la justicia y el bien común; sin embargo, es un hecho que las sociedades han necesitado gobernanza, han requerido del brazo ejecutor del orden, de la ley y de la justicia. Allí es donde entran las autoridades, el gobierno en sus mejores y peores expresiones. Y es que también las crisis desvelan el rostro y las deformidades de los gobiernos. Gobernar -decía Kaultilya- es discernir las circunstancias y aprovechar las experiencias adquiridas.
Los gobiernos en las crisis, por tanto, tienen la facultad de mostrar con más severidad el peso de su yugo y también modular la tolerancia punitiva no sólo a quienes no se apegan a la ley sino principalmente con quienes subvierten a los principios y valores que soportan la legitimidad del gobierno. Pero bien decían los sabios de la antigüedad: “En el gobierno, siempre será mejor multar antes que mutilar; pues lo primero llena las arcas de recursos y lo segundo llena las calles de mendigos”.
Una crisis económica siempre se presenta como el fin de un modelo probado y la oportunidad de transformarlo. Transformar con rigor y realidad, pero también con valores y principios, de lo contrario el tiempo y la crisis nos dirán: “Un tiempo estuvo la copa de Alejandro en tu mano; la has perdido de tu mano, es tu daño. La joya del carbonero era tu resplandor; si no la has estimado ¿qué puedo hacer yo?”
*Director VCNoticias