El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Platón hubiera expulsado a los que escriben telenovelas y publicidad
Actualmente la interpretación comercial adivinatoria del tarot es solamente la triste banalización de lo que en otras épocas, en la cultura occidental se ha entendido como un medio de pensamiento sofisticado, metafórico y poético; la utilización de la imagen en sus 78 cartas ha dado herramientas a los investigadores para pensar que este tipo de tradiciones fueron concebidas como sistemas simbólicos de autoconocimiento, un planteamiento que pertenece a la filosofía de la Grecia clásica.
El tarot antiguo, que data del siglo 15, consta de 22 cartas en las que se distinguen los arcanos mayores y menores, las restantes 56 se dividen como la baraja española, numeradas del uno al diez y le siguen las llamadas figuras de la Corte, de manera que los tarots que se venden hoy en las tiendas, solamente son juegos de cartas. Es particularmente en el simbolismo de los arcanos mayores, en el que se encuentra una resonancia con tradiciones que remiten a la época del Renacimiento.
Tal planteamiento lo hizo el maestro en filosofía de la religión José Manuel Redondo, en la ponencia ‘El tarot’, dentro del ciclo de conferencias ‘La biblioteca esotérica de Ernesto de la Peña’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso.
El ponente señaló que fueron los esoteristas de finales del siglo 19 y principios del 20 quienes difundieron el mito del origen del tarot en la cábala, o en las cámaras mortuorias de Egipto en las que estaban grabados los 22 arcanos; otros más llegaron a situarlo en la Atlántida, pero aquí habría que distinguir entre verdades históricas y verdades míticas.
Sin embargo, el origen más creíble del tarot debe buscarse en la cultura de la imagen del Renacimiento, donde aparecen el tarot de Marsella y el Visconti Sforza en los que hay figuras con los mismos rasgos y nombres que en los del siglo 19. También de esta época es el tarot de Marteña, que consta de 50 ilustraciones y supone ser un compendio de los principios del cosmos ordenado de la antigüedad medieval renacentista, por lo menos del Medioevo temprano.
La raíz de los tarots actuales tendríamos que pensarla en el Renacimiento, que es un periodo en el cual hubo un renovado interés por la imaginación como medio de conocimiento y la imagen como medio privilegiado para su transmisión a partir de razonamientos muy críticos y formales, pero es una cultura de lo fantástico ante la cual reaccionó la Reforma Protestante con una censura radical para todo ello y a partir de ahí la imaginación en la cultura occidental se quedó en un estatus ambiguo, explicó Redondo, quien también es licenciado en filosofía por la Universidad de Lampeter, en el Reino Unido.
En el Renacimiento la imaginación se concibe como una forma de pensar en cierto sentido alternativa o complementaria de las demostraciones formales; una manera de pensar que va orientada por la belleza, cuyo motor es Eros -dirán los filósofos renacentistas-, es un pensamiento afectivo, emocional no necesariamente acorde con las reglas de la lógica y la demostración apodíctica formal.
En culturas muy antiguas hay conocimientos muy sofisticados, los cuales incluyen el entendimiento de la facultad de la imaginación y propuestas filosóficas basadas no en discursos formales, sino en un pensar por medio de imágenes, no como alternativa fácil sino algo que complementa el método y el rigor, precisó el catedrático de la UNAM; es pensar tanto por cantidades como por cualidades, una forma de pensamiento que se ha perdido -hasta cierto punto- en la cultura occidental moderna.
El origen donde se pueden contextualizar tradiciones como el tarot, está en las culturas de la imagen que aprecian la imaginación de una manera filosófica, que entienden el pensamiento y van a interpretar la mitología como un tipo de pensamiento filosófico-poético o metafísico-poético; en este sentido se trata de un prototipo de libro filosófico, y es que en el Renacimiento se publicaron diversos libros que no son textos, son únicamente imágenes como ejercicios estéticos de pensamiento de acuerdo con una interpretación filosófica.
Redondo dijo que el llamado tarot de Monteña pertenece a las escuelas de los grabadores florentinos y surge en un círculo muy cercano a Sandro Boticelli, que pertenece al ateneo de Marsilio Ficino, cabeza intelectual del Renacimiento italiano, que con el patronazgo de los Medici dirige una academia platónica en Florencia y traduce todos los textos del filósofo griego. Alrededor de Ficino se configura toda una cultura de la imagen y del pensamiento mágico, en esa etapa son filósofos quienes se interesan en la magia -como el propio Ficino y Giordano Bruno-, una de cuyas definiciones básicas es ‘ciencia de las imágenes’. Se trata de un conocimiento de las imágenes y del imaginario, que además tiene una importancia ética, social y colectiva.
Para estos filósofos, la imagen y los discursos imaginarios son principalmente disertaciones políticas, pues hay una crítica que tiene su raíz en Platón, en la cual las interpretaciones literales de la mitología y los discursos de lo imaginario son seriamente cuestionadas por el poder público. “Platón no hubiera corrido a Octavio Paz de la República, a quien hubiera expulsado es a la gente que escribe las telenovelas y la publicidad”, pues qué tipo de educación de la imaginación o de educación afectiva se da al público a través de la cultura de la imagen que transmiten esos mensajes, afirmó.
Es así que el famoso nacimiento de Venus, de Boticelli, puede parecer un cuadro, pero es un texto filosófico o una imagen filosófica. Ficino, quien era médico además de filósofo, recomendó a Lorenzo de Medici, como remedio sicológico-terapéutico, tener una imagen de Venus porque, siendo muy colérico, si contemplaba una pintura de esa diosa podría controlar su exceso de arrebato y pasión.
Boticelli elaboró el cuadro en momentos astrológicamente benéficos del planeta Venus, porque el origen de las llamadas ciencias de la imagen es la astrología, que ha sido la surtidora de símbolos, metáforas e imágenes a toda esa cultura mediterránea de Medio Oriente, como lo hacen evidente la Biblia y la mitología griega.
Es un aspecto de la tradición astrológica que no se enfoca en la interpretación de las llamadas cartas astrales, sino que utiliza estas imágenes para hacer ritos contemplativos o rituales dedicados a los dioses o principios del cosmos, es decir, hay un legado mítico y mágico que se remonta a la época helenística en la cual se consolida la astrología, y como sinónimo de astronomía se hacen interpretaciones de carácter filosófico y adivinación para el autoconocimiento, tal como se plantea en el platonismo.
Desde la antigüedad encontramos correlaciones entre letras del alfabeto y elementos cósmicos, algo que se asocia con la tradición hebrea, la cábala, pero viene de los griegos. Las prácticas adivinatorias a lo largo del planeta fueron comunes en todas las culturas, que asociaban sistemas binarios de letras y números.
El tarot es una especie de compendio sintético de lo que se concibe como un sistema de autoconocimiento, una especie de alfabeto cósmico; en una versión más sicológica se podría hablar de una guía ilustrada del inconsciente colectivo o una representación de la llamada ‘alma del mundo’, pero también como la memoria colectiva. Es un ejercicio de educación de la imaginación, que puede propiciar la intuición como una manera de dialogar con el inconsciente, concluyó Redondo.
Este ciclo de conferencias durará hasta el 4 de mayo, y entre los temas siguientes figuran ‘La cábala en el poema Muerte sin fin, de José Gorostiza’ y ‘Hermetismo, neoplatonismo y esoterismo. Aspectos herméticos de la poesía de sor Juana’.