Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Astutos como ellos solos, los jesuitas aplicaron a la perfección aquello de «el enemigo de mi enemigo, es mi amigo» y se refugiaron en reinos e imperios protestantes y otros hostiles a la Iglesia de Roma. Entre ellos, el Imperio Ruso con Catalina La Grande a la cabeza. Realmente Catalina era «grande», sus biógrafos estimaban que la emperatriz «de todas las “Rusias» pesaba más de 100 kilos. Sin embargo, era una noble rara porque trabajaba y estudiaba.
Los jesuitas, expertos en educación, pronto se ganaron su respeto y admiración y ella no sólo les dio cobijo, sino el tesoro más importante para un jesuita: Tiempo.
Tiempo para regresar y de hecho 40 años después de ser expulsados, lo hicieron a lo grande, refundaron colegios y universidades en todo el mundo.
Antes de su expulsión, fueron los precursores del cooperativismo o una forma arcaica de economía socialista.
En Sudamérica, sus Misiones a lo largo del continente fueron un ejemplo de gerencia. Un referente interesante se puede encontrar en la forma cómo administraban sus misiones y haciendas en esta parte del mundo.
En las misiones de Paraguay, Bolivia y norte de Argentina, repartían entre los indios y esclavos, parcelas de tierra. Animales mayores y menores. Insumos y semillas.
La producción era estandarizada en procesos específicos según el cultivo y la actividad industrial. Es decir, precursores de la producción en función a la diversificación de canales de negocio. Con esto se ingresó a una «mini era pre industrial» pues sus obras, maestranzas, trapiches y fabricas llegaron a tener unos índices de eficiencia y productividad enormes, además de darle valor agregado a las materias primas.
El uso de los recursos que hicieron fue impecable. En la hacienda San Juan Bautista en Lima, llegaron a tener más de 5 riegos semanales. En un hábitat como es la costa de Perú, donde uno encuentra un desierto más que un oasis.
Después de su expulsión y tomada la operación de la hacienda por un civil, ésta alcanzaba a duras penas 1 riego por mes.
Los jesuitas en sus Misiones y haciendas, crearon la figura del «Padre Administrador», una suerte de contralor moderno. Llevaba rigurosamente los presupuestos y estadísticas de los emprendimientos jesuitas. Fueron más allá.
En agricultura diseñaron un complejo sistema de obras que permitió desarrollar una agroindustria y sistema de agro exportación que sería la envidia de cualquier grupo agroindustrial moderno.
Desde Perú, Bolivia, Argentina y Paraguay, exportaban vinos y piscos, chocolate procesado, melaza, granos, telas, vidrio, cal, argamasa y otros.
En el siglo XVIII, el chocolate producido y procesado en una misión o estancia jesuita paraguaya, era bebido en la Corte de los Borbones en Versalles y en la Corte de los Habsburgo en Austria. Era a través de un sofisticado (para la época) sistema de almacenamiento y redes. Crearon lo que a la postre sería el concepto de distribución y canales de negocio, logística incluida.
Su manejo de los costos era impresionante. Las utilidades en una hacienda por ejemplo, después de un ejercicio fiscal, eran redistribuidas entre los indios y esclavos primero y en último término el quinto real (para la Corona Española) y la Compañía.
Esto les permitía tener dinero constante, pues la producción de sus haciendas, al ser redistribuida entre indios y esclavos – quienes a su vez, la reinvertían en sus tierras, al vender lo que obtenían de ellas- les aseguraba un ingreso recurrente. Evitaban el endeudamiento para cubrir huecos en el flujo de caja.
Tomaban una parte de la ganancia por cada línea de producto y en función a los costos unitarios calculaban el presupuesto para el siguiente año fiscal. Genios, como ahora lo demuestra el Obispo de Roma, Francisco.
Fueron los jesuitas los primeros en aplicar la teoría de las tasas de transferencia en negocios.
Sus inversiones en tierras, conventos, seminarios, colegios mayores e universidades también les generaban efectivo. Casi todas sus instituciones eran privadas y cobraban por la colegiatura, que les permitía, además brindar subsidios a los alumnos o seminaristas con bajos recursos. Ni más ni menos que la versión moderna de becas de estudio.
Además, reducían el riesgo sistémico de sus finanzas con la diversidad de inversiones y líneas de producción que ellos tenían.
Es curioso además notar que en un tiempo donde los esclavos negros eran considerados menos que animales, los jesuitas no sólo los hicieron «propietarios» sino que les daban una parte de la ganancia del negocio. Cosa prohibida por la Corona.
Durante la administración jesuita de sus propiedades, no había fugas entre los esclavos. Era nulo. Después de la expulsión de la Orden, no sólo muchos de los esclavos negros dejaron las haciendas y misiones.
Pero el número de abortos autoinflingidos por las madres esclavas se disparó: preferían matar a sus hijos neo natos, antes que nacieran esclavos («Peregrinaciones de una paria», Flora Tristán).
Esto nunca pasó bajo la gestión de la Compañía.
Finalmente, en 2008 la revista Forbes nombró a la Compañía de Jesús como «La Corporación Multinacional más antigua y exitosa de la historia económica moderna». Más que Coca Cola, JP Morgan y otras corporaciones. (Continuará)