Aprehenden a Marilyn, acusada de psiquiatra falsa
ZAMORA, Mich., 12 de enero de 2016.- Historias de Michoacán. Antes que la guerra se desatara, la historia de José Luis Sánchez, el joven mártir de Sahuayo, Michoacán, que murió durante la guerra Cristera luego de que el enemigo le cortara las plantas de los pies y lo obligara a caminar hasta el cementerio para después ser apuñalado y rematado con un tiro de arma de fuego por no renegar de su fe, recorrió kilómetros hasta llegar a oídos del Vaticano para posteriormente ser beatificado.
Una historia de lucha y pasión era la que se contaba y que convirtió al joven en un héroe-mártir; sin embargo, los relatos sangrientos históricos que se contaban en el norte de Michoacán han cesado para dar lugar a los que suceden día con día y que tienen como protagonistas a las víctimas del crimen organizado, leyendas de los que desaparecen de sus hogares y no vuelven a verse o aparecen ya sin vida. Algunas, contadas por morbo; otras, en forma de advertencia.
Son los ciudadanos los que se encargan de transmitir todos los detalles, las leyendas que no alcanzan a salir a la luz en los medios de comunicación tradicionales y que van de boca en boca y oído en oído sin que tengan un eco más allá del que se crea en su propio entorno.
Cerrito Colorado
“Elena” tiene 70 años. Toda su vida ha habitado en la localidad de Cerrito Colorado. Esa misma experiencia la hace con orgullo recordar todas las veces que de niña acudieron a las fiestas patronales de Villamar junto con sus hermanos y es capaz de nombrar a gran parte de los habitantes del pueblo, de los cuales la mayoría radica en Estados Unidos y acude algunas veces al año a vacacionar.
“Aquí en el Cerrito no he sabido que pase nada, pero en los alrededores sí, en Sahuayo, San Pedro, Jiquilpan, Zamora es donde está más feo”.
Es asidua de las noticias televisivas pero sólo sacan algunos casos de violencia que suceden, casi nunca mencionan municipios que conozca, por lo que la situación le pareció lejana al principio.
Una vez al mes acude a Zamora para cobrar la renta de una casa que su familia posee ahí. La arrendataria le pide siempre que no se demore y regrese pronto, sobretodo que tenga cuidado.
“Elena” recibe una historia diferente de cada persona con la que conversa.
“El otro día me dijo la señora que cura a mi hermano, me dijo de su papá, ya estaba grande, lo desaparecieron con todo y su carro; se lo llevaron de su casa así sin más, estaba descansando, su familia no se enteró que lo habían encontrado, nadie les dijo nada. Lo leyeron en el periódico de nota roja, se lo llevaron y apareció a los tres días, lo encontraron en Ibarra, por allá cerca de La Barca en la carretera de Briseñas. Lo encontraron, pero no encontraron el carro”.
Los horarios en misa se han restringido también, por la inseguridad, por la falta de gente o por ambos. Un párroco los visita los domingos para oficiar una única misa a las 10 de la mañana, y es que ya ni los hombres de Cristo se salvan.
“Un padre, también hará unos cuatro años o tres, también por este tiempo; era del Seminario de Zamora venía a su casa los últimos días de diciembre. Él era de uno de los municipios de Jiquilpan, de Paredones, iba a su casa y también nunca llegó. Que lo vieron saliendo de la carretera a Jiquilpan para agarrar la carretera a su casa y nunca llegó, ni carro ni nada, ni una razón ni una nada. Hacía un año que se había ordenado, se llamaba Santiago creo, pusieron un cartelón en la iglesia de San Francisco con su foto para ver quién daba razón y nada más nunca supieron nada”.
El Capulín
“Fernando” es originario de El Capulín pero ahora radica en Estados Unidos junto con su esposa y tres hijos. Durante un tiempo vivió en Guadalajara, pero cada fin de semana seguía visitando su pueblo natal, hasta que un día dejó de hacerlo y se mudó. Él es de lo que relatan historias. Las cuenta porque le tocó vivirlas y quiere impedir que a otros les pase.
“Da miedo, ya no se puede andar en cuanto se oscurece porque ya no la cuentas. Voy a otros pueblos, pero me regreso antes de las 5 de la tarde porque la carretera se pone muy sola y hay ‘retenes’. Ya no puedo ir, han desaparecido a ocho de mis conocidos, ¡ocho!, no hemos sabido nada de ellos y no quiero que me pase eso, no quiero que mi familia sufra la angustia que viven los familiares de los que desaparecen”.
Cuenta que el padre de su esposa estuvo un tiempo en la cárcel luego de matar por accidente a alguien. Cuando concluyó su condena encontró nuevamente el amor con una mujer con quien luego de un tiempo decidió irse a vivir hasta que la violencia irrumpió en su propio hogar, dejando a su familia llena de preguntas.
El hombre –según dice su yerno- fue sustraído de su propia casa, sin explicaciones y sin dejar mayores pistas. Días después el horror se repitió cuando se llevaron a la esposa de éste. No hubo razones, sólo miedo para quienes quedaron atrás. “No sabemos qué pasó, por qué se los llevaron, estuvo en la cárcel pero por otra razón”.
Zamora
“Eloísa” ya es abuela, renta una casa en Zamora. Siempre que se entera de algo nuevo se dedica a esparcirlo entre sus conocidos, algunas veces por tener tema de conversación y otras para alertar. Les cuenta a todos lo que le pasó, particularmente para servir como prueba fehaciente de que las cosas malas no siempre les suceden a personas malas. Pide a las personas mayores como ella, en especial las que andan solas, que se cuiden.
El terror que ella cuenta lo vivió en carne propia cuando una tarde le llamaron para avisarle que su nieta “Sandra”, de 16 años, había desaparecido sin dejar rastro: “Mi nieta me la desaparecieron un día, tiene 16 años, secuestro le llaman. Anduvimos desesperados buscándola, pegamos carteles con su foto y nuestros datos. No sabíamos nada de ella. Llamaron a mi hija para pedirnos rescate, no somos gente de dinero, fueron 15 días que no supimos nada de ella hasta que la encontraron tirada en una carretera, estaba como drogada, ya no es la misma, no hemos podido sacarle lo que pasó en esos días, no nos dice”.
“Eloísa” sabe que su nieta fue de las afortunadas que tiene la oportunidad de vivir para reponerse del infierno que le hicieron pasar. Ella sabe que la mayoría no tiene ese privilegio.
Todas estas son conversaciones que terminan con la misma frase: “no han agarrado a nadie”.
Medios de comunicación nacionales ubican a los municipios de La Piedad y Apatzingán como los más peligrosos de Michoacán, lugares que la población en general debe abstenerse de visitar.
Cada michoacano tiene su versión de los lugares más peligrosos, ya sea por experiencias propias o por las historias que les cuentan. Las carreteras son los lugares más comunes para interceptar y tirar cuerpos. Según reportes de los lugareños y de medios de comunicación en el norte de Michoacán, estas son las más peligrosas:
Briseñas-Sahuayo
El Capulín
Sahuayo-Jiquilpan
San Pedro
Villamar