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Policía DF: ¿la excepción de la regla?
La excepción marca la regla. Resulta que la noche del sábado 26 de diciembre, el policía del DF, Sergio Soriano, se encontró una bolsa de mujer en el estacionamiento de un centro comercial en la lujosa colonia Polanco. Ahí había 42 mil pesos en efectivo, tarjetas de crédito y documentación personal… El agente de vigilancia entregó a la gerencia del almacén el paquete encontrado –y luego devuelto a su dueña-. El hecho, por inusual, se convirtió en un acto ‘heroico’ y ‘ejemplar’…
Tan mal están las cosas y la credibilidad en la policía –no sólo del DF, sino de todo el país—que este hecho mereció primeras planas en periódicos nacionales, en noticiarios de radio y televisión y hasta en la prensa internacional: fue un hecho que contrasta con la idea generalizada que se tiene dentro y fuera del país respecto de la ética de la policía mexicana, en cualesquiera de sus advocaciones.
Hace apenas cuatro meses, en la encuesta de Cohesión Social para la Prevención de la Violencia y Delincuencia, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 87 por ciento de los jóvenes de México (15 a 29 años) mostraron gran desconfianza hacia los policías; de ese grupo, el 36.6 por ciento dijo que los oficiales son corruptos; el 27.5 dijo que cree que éstos tienen alguna relación con grupos delictivos; el 22.5 piensa que a los uniformados no les interesa la seguridad de las personas y para el 21.6 por ciento, la policía realiza detenciones sin justificación alguna.
Esta encuesta mostró el desaliento generalizado que siente la sociedad mexicana respecto de sus corporaciones de seguridad; una encuesta a la que se suma la hecha por la UNAM en la que se encuentra que la figura del servicio público en la que menos confía la población nacional es la policía; a la que ve más como una amenaza y como un riesgo a su propia integridad física y patrimonial que como garantes de su tranquilidad y cuidado.
Es así que el 61.9 por ciento de los mexicanos decide no denunciar los delitos cometidos en su contra porque lo consideran “inútil”. Y desde que en 2008 el gobierno federal impulsó la creación de los exámenes de confianza, ‘siete años después y más de 400 mil agentes escrutados, el remedio no termina de funcionar’ [El País] ‘Al menos uno de cada cinco policías suspendió la prueba y en la mayoría de los casos siguen al frente de sus puestos o, incluso han ascendido.’ [El Universal]
En el DF un policía común y corriente gana poco menos de ocho mil pesos al mes. Las jornadas son de 24 horas de trabajo por 24 horas de descanso.
Sergio Soriano, vive y se crio en la colonia Ermita Zaragoza, de la delegación Iztapalapa, tiene 30 años y gana 7,395 pesos al mes (por lo que para juntar los 42 mil pesos que devolvió debería trabajar casi seis meses). lntentó terminar el bachillerato sin conseguirlo. Quiere terminarlo, estudiar la carrera de derecho y llegar a ser capitán en la corporación policiaca.
Por supuesto lo hecho por Soriano es encomiable, y sorprendente. Pero la excepción debería ser la regla, siempre y cuando las corporaciones mismas –en sus diferentes niveles de mando–, dieran ejemplo de probidad, transparencia, ética y responsabilidad social…
Es lamentable que la sociedad se sienta agraviada por los cuerpos policiacos; que el contacto inicial del ciudadano con la administración pública, como es el que se establece con la policía, se sustenta ahora mismo en la desconfianza y en el temor. Con mucha frecuencia policías o ex policías se ven involucrados en la comisión de delitos y con mucha reiteración se solapan actos de corrupción y agravio o abuso de poder…
Sí, la sociedad acude a la policía cuando existen conflictos para buscar su apoyo y solución; no obstante la frustración de no conseguir justicia y que la impunidad predomine mediante actos fuera de la ley hacen que el ciudadano repudie a los órganos de seguridad y vigilancia nacionales y estatales.
También hay excepciones. Sin duda muchos de los integrantes de estas corporaciones son gente honorable y digna, respetable y dispuesta a cumplir con su responsabilidad pública; sin embargo predomina el mal hacer y eso hace que con frecuencia se generalice el repudio.
¿Cuál es el camino a seguir? Muy probablemente el origen de los males esté en la falta de exigencia de cumplimiento de las tareas que se le encomiendan a la policía; falta de capacitación; falta de entrenamiento; falta de sensibilidad social; la ética no es una enseñanza que predomina a toda acción de seguridad y prevención del delito, o a la persecución de los delincuentes o criminales. Falta de supervisión responsable y de cuidado de acciones.
Los sueldos que reciben por el trabajo que llevan a cabo son magros (tan sólo el equivalente a 457 dólares al mes, cuando –por ejemplo– en España, con una economía deprimida como la nuestra, reciben el equivalente a 1,657 dólares mensuales, y capacitación y exigencias rigurosas de ética. Naturalmente las excepciones allí también existen, como en todo el mundo: el factor humano ¿sabe usted?
La crisis de seguridad pública que vivimos en México exige corporaciones recias, íntegras, vocadas y capaces de entenderse como responsables de la sociedad, no como sus perseguidores o enemigos. Que sea la policía el resguardo de todos y que antes que sancionar se estudien razones y pormenores del hecho para satisfacer el supremo mandato de cumplir y hacer cumplir la ley…
En fin, que la excepción hace la regla, y la del policía Soriano nos demuestra cuánta necesidad tenemos en México de recuperar al policía como el amigo cercano, y no al enemigo con cornamenta y cola. ¿Qué hacen los responsables para conseguirlo?