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Matan a tiros a comerciante de botas en tianguis de León
MÉXICO, DF, 19 de abril de 2015.- La situación de semiesclavitud que padecen jornaleros de San Quintín, en Baja California, no es exclusiva de esa zona del país.
Tan sólo hay que echar un vistazo a la realidad que viven miles de campesinos indígenas en los campos de Guanajuato, reveló Giovanna Battaglia, del Centro del Desarrollo Indígena de León.
Es tan grave la pobreza endémica que se vive en los distintos campos agroindustriales existentes en el municipio de León Guanajuato, que los niños son el principal blanco de un sinfín de enfermedades que incluso les conlleva a la muerte.
De acuerdo a la investigadora, el Centro de Desarrollo Indígena de León, Guanajato, se han documentado siete decesos infantiles en un lapso de dos años; estas muertes, precisó, fueron por enfermedades completamente curables.
“En 2012 documentamos el fallecimiento de tres menores de edad, uno de ellos, Javier Tiburcio, murió por deshidratación. En 2013 Senaida Tiburcio murió de gastroenteritis. En 2014, Anaida López García, de dos años, murió de gastroenteritis.
“En 2014 tuvimos dos decesos: una niña recién nacida que murió al tercer día de su nacimiento, además una niña de cuatro años de edad que tuvo neumonía”, informó.
La pobreza endémica que padecen desde sus comunidades de origen (Guerrero, principalmente), aunado a estas condiciones precarias que habitan en su paso por Guanajuato, prosigue, hace que los niños padezcan principalmente enfermedades asociadas a desnutrición crónica como parasitosis, dermatosis, conjuntivitis, e infecciones recurrentes de vías respiratorias.
En conferencia de prensa, junto con representantes de distintas organizaciones representantes de jornaleros de San Quintín, Guanajuato, Chiapas y Sinaloa, entre otros, en Centro Agustín Pro, Giovanna Battaglia explicó que recientemente tras hacer un muestreo en 100 niños de distintos campos jornaleros de las localidades de Barreto, Tres Marías, La Soledad y El Carrey, todos de León Guanajuato encontraron su salud bastante mermada.
Con base en relación de peso-talla, fijado por autoridades federales, “el 42 por ciento de los infantes tienen desnutrición crónica agudizada”, esto trae como consecuencia su bajo desarrollo en todas sus vertientes en esos niños y niñas, explicó.
Situación laboral
Los campos agrícolas existentes en el municipio de León Guanajuato en donde trabajan las familias jornaleras, “son de alquiler, los cuales subarrendan a ejidatarios de la región, o a los propietarios privados, empresarios agrícolas”, explicó.
Y por ejemplo, abundó, en la época de los primeros cortes de chile jalapeño o serrano, dijo, “hombres, mujeres, niños y niñas mayores de 6 años trabajan en jornadas de 10 horas aproximadamente sin días de descanso entre semana”.
El pago por arpilla (cubeta de 30 kilos) de chile jalapeño o serrano “oscila entre los 20 pesos por arpilla”. Por lo anterior, prosiguió, se calcula que ganan entre 100 y 200 pesos diarios. Pero ojo, los niños que no se dedican al corte del chile, es decir, “que no registran actividad del corte”, su trabajo es otro.
Infantes entre 6 y 10 años de edad, expuso, su trabajo es el resguardo de sus hermanos menores dentro de los surcos, o al margen del terreno de cultivo sentados en hules durante 10-12 horas aproximadamente, debajo de los rayos del sol”, describió Battaglia.
Hacinamiento y pesticidas.
La integrante del Centro de Desarrollo Indígena de León (CDLI) en Guanajuato, explicó que desde el 2011 se detectó el arribo de cientos de familias originarias de la zona de la Montaña de Guerrero, principalmente de la zona Mazavi Mixteca. “Y es que nuestro estado no era una entidad que tuviera presencia indígena jornalera”.
Sin embargo, con el crecimiento agroindustrial y el endurecimiento legal en materia del trabajo de niños en campos en estados del norte del país “cientos de familias tuvieron que trasladarse al centro de la República”.
Y por ende Guanajuato desde esa fecha se convierte en un gran receptor de familias jornaleras de Jalisco, Colima y Guerrero.
La situación en la que viven estas más de dos mil familias jornaleras es lamentable, expuso la especialista.
“Les rentan casas en obra negra o bodegas donde pernoctan varias familias en condición de hacinamiento.
“Dentro de los dormitorios de las bodegas están expuestos directamente a pesticidas. Su situación de hacinamiento y aunado a falta de servicios públicos, agrava su situación de vulnerabilidad”, expuso.
Con referencia a sus salarios, éstos no son libres, dado que se tiene que repartir entre “el caporal, el transportista, con quienes comercializan dentro de los campos.
“El pago de la renta donde viven en las comunidades rurales y en el consumo de alimentos de las tiendas especiales existentes a algos costos, que podría considerarse como una nueva manifestación de lo que era una tienda de raya”, aseguró.
Desde 2011, aseguró, no hemos encontrado ningún expendio de agua ni de baños sanitarios en los campos. Las jornadas laborales se realizan sin la posibilidades de hidratarse lo que ha generado grandes cuadros de deshidratación, entre los campesinos, explicó
La falta de apoyo y de una postura concreta gubernamental no existe, por lo que aunado a lo anterior, no existe mesas de trabajo que protejan a los jornaleros y sus familias.
Por lo anterior, su abordaje y solución, continuó, consideramos tiene que ser desde una perspectiva pública integral y con la existencia de mecanismos de consulta “donde las propias comunidades puedan decidir el tipo de intervención que desean”, finalizó.