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Libros de ayer y hoy
El hombre sabio
Conocí a un hombre sabio. Las palabras que me da las guardo para mí como mi mejor posesión. Si alguien abriera mi corazón, hallaría ahí las frases que él me regala junto al recuerdo de mis padres que están en el cielo. Esos son mis grandes tesoros: los conceptos que él me da y mis benditas raíces. Sólo eso.
La soledad me permite encriptar constantemente ambas riquezas. Mis soliloquios están llenos de la veneración a mis padres y los enunciados del hombre sabio. A veces, sin embargo, hablo en voz alta con el limonero. A este añoso árbol le cuento mis descubrimientos de la felicidad, anhelada siempre y paradójicamente a veces desapercibida, mimetizada en la costumbre y las prisas.
La verdadera felicidad está muy lejos de los estereotipos. A veces hallarla está sólo en percibir la luz que se cuela por la ventana en los amaneceres, escuchar la estridulación de un grillo o descubrir el talento de alguien.
El limonero sabe que sonrío siempre ante la foto sepia de mis padres como un homenaje perenne, y también me ha visto radiante cuando el hombre sabio me escribe. Entonces la felicidad silente se convierte en canto de pájaros y cuerdas. Los violines estallan en mi pecho e imaginación, inundan la geografía donde están las emociones.
“Oigo” la voz del hombre sabio. Barnizo mente y piel de los conceptos que me da…se convierte entonces en Bendito Amor.
Creí que nunca divulgaría lo que me dice. Sin embargo, pasan los días y a medida que esto ocurre le encuentro miles de aristas a una de sus ideas. Es como si tuviera en mis manos un caleidoscopio precioso. Es imposible no compartirlo ahora.
El hombre sabio me dijo que cada uno de nosotros éramos ángeles con un ala única, que para volar teníamos que abrazarnos unos a otros.
Amo intensamente la imagen. Es el corazón del amor y la solidaridad, es reconocer en cada uno a un ser maravilloso y único, es darnos todo el poder de creación pero al mismo tiempo apagar el ego y reconocer al “otro” como un igual, hermanarnos en la belleza, las posibilidades y la bondad.
El hombre sabio rompió de tajo, con esta idea, la perenne barrera de los “otros”, de desigualdades y barreras. Logró adentrarse en un mundo en el que todo es realizable mediante un abrazo.
Ojalá que cuándo sientas que no puedes caminar ya, que el amor y el trabajo son insuficientes para cumplir tu Contrato Sagrado y llenar de sentido tu vida, recuerdes que eres un ángel que tal vez sólo necesita abrazar a otro para volar.
El vuelo es una metáfora de realización, la más ambiciosa, la que sólo aparece cuando amas, cuando reconoces en ti la perfección de Dios. ¡Y claro que puedes volar! Nunca estás solo: hay un ángel junto a ti.
Es tanta la belleza de esta idea que se la arrebaté al silencio y la compartí hoy. Es tanto lo que ilumina que no pude dejarla reposar serenamente en el corazón. Al divulgarla hoy, pese a mis reticencias iniciales, descubro maravillada mi propia respiración. Gracias hombre sabio. Gracias Bendito Amor.