Resalta SEP a Dolores Jiménez y Muro en el movimiento antirreeleccionista
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de abril de 2019.- Ante el avance de los llamados grupos anticiencia en el mundo, es necesario que los científicos, además de desarrollar su labor cotidiana, tengan mayor contacto con la sociedad para explicar la importancia y beneficio de su trabajo.
De acuerdo a un comunicado de la Máxima Casa de Estudios, los antivacunas, los negacionistas y hasta los terraplanos consideran y divulgan que el papel de los científicos es conspirar contra la humanidad a través del conocimiento para robarle sus libertades.
Si bien pudieran resultar graciosos los planteamientos pseudocientíficos de estos grupos, en realidad son preocupantes y graves, alertaron Catalina Stern, directora de la Facultad de Ciencias (FC), y Martín Bonfil Olivera, de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la UNAM.
Sus argumentos tienen cierta lógica y se basan en datos, por ello han tenido auge en los últimos 15 años, pero las personas informadas pueden detectar que la información es falsa y las interpretaciones erradas, dijeron.
Por ello, Catalina Stern consideró urgente “salir de la facultad; tenemos retos de divulgación de la ciencia porque es importante que la sociedad tenga información verídica sobre los descubrimientos, proporcionada por quienes en verdad saben”.
La divulgación científica debe intensificarse y transmitirse con un lenguaje menos complejo.
Ética científica
Francis Bacon acuñó la frase “saber es poder”, que hace referencia a que el conocimiento permite tomar decisiones más asertivas, pero también cabe la posibilidad de obtener ventaja o sacar provecho económico o político de quienes no están informados.
Por ello, algunas personas dejan de ver a la ciencia como una actividad benéfica encaminada al progreso, y comienzan a dudar cuando su uso es irresponsable y su fin es obtener ganancias a costa del bienestar social.
Al respecto, Bonfil Olivera señaló que la participación de empresas privadas en la ciencia ha crecido en las últimas décadas, pero no todas las investigaciones implican un daño a la salud o al medioambiente, aunque reconoció que algunas para obtener ganancias pueden generar riesgos.
Ejemplo de ello es la industria tabacalera, que entre los años 1970 y 2000 lanzó una campaña basada en datos científicos parciales o falsos para convencer de que fumar no era causa de cáncer pulmonar.
Además, acotó, los movimientos anticiencia adquieren mayor fuerza cuando personajes públicos, líderes y hasta mandatarios comparten sus planteamientos; es el caso del presidente estadounidense Donald Trump, quien abiertamente ha negado la existencia del cambio climático y lo considera un freno para el desarrollo económico.
En lo concerniente a la industria farmacéutica, es acusada de ser causante de enfermedades para alentar la venta de medicamentos, de detener la cura para asegurar el consumo de fármacos, o de causar otro tipo de males con la medicación; éste es el argumento de los antivacunas, que persisten aunque se han registrado brotes epidémicos de sarampión en varios países por falta de inoculación.
Los avances científicos tienen cierto riesgo, pero sólo evaluándolos de manera justa y difundiendo los beneficios que han tenido puede haber un equilibrio. Es importante hacer un esfuerzo para explicar la ciencia con un lenguaje claro y sencillo, concluyó.