DINTEL: De la crisis económica y política a la descomposición social

20 de julio de 2012
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Abelardo Martín

En las urnas ganó, sin duda, el PRI con Enrique Peña Nieto como su abanderado, pero cada vez penetra más en la ciudadanía la sensación de incertidumbre respecto al destino del próximo gobierno. Todavía estupefacto, el PRI no ha logrado desencadenar sus antiguas capacidades para enfrentar no sólo los problemas políticos, sino devolver a la gente la certeza de que se tiene experiencia, oficio y conocimiento en los asuntos del gobierno. El encuentro del candidato ganador, Enrique Peña Nieto, con el presidente Felipe Calderón promueve la percepción de una transición pacífica, institucional y democrática, qua eficiente de la duda respecto al origen de los votos y las posibles violaciones durante el proceso electoral que tanto señala el candidato perredista derrotado, Andrés Manuel López Obrador.

La inmoralidad, la corrupción creciente, las permanentes acusaciones de ilícitos entre los mexicanos ha llevado a un fenómeno de descomposición social, no diagnosticados y menos comprendidos por la élite económica y política que gobierna (¿?) al país.

No es novedad las crisis económica y política que ha vivido el país, si es sorprendente y doloroso comprobar que la descomposición social va ganando espacio. No es sólo un concepto utilizado tanto por políticos como por analistas o por jerarcas católicos.

La descomposición social ocurre, en ocasiones con motivo de la violencia, la crisis económica, la pérdida de valores o la desintegración familiar como causas, y en otras como consecuencias. También se emplea para distintas problemáticas sociales como la pobreza o el alcoholismo, o para evaluar la moral de una sociedad hoy, con sobradas razones, desmoralizada y temerosa.

Los hechos ocurridos el fin de semana en el estado de México son una voz de alerta y una muestra del grado de descomposición social que se padece en México. Elementos de la Procuraduría de Justicia del Estado de México detuvieron en la comunidad de Santa María Huexoculco, municipio de Chalco, a 17 integrantes de la banda que asaltó a campistas y agredió sexualmente a cinco mujeres en el parque El Colibrí. Entre los capturados hay dos policías en activo uno del DF y otro de Chalco, que no está en funciones y un ex militar, así como un par de mujeres. Cuatro integrantes más están prófugos. Otros 11 están plenamente identificados.

Los hechos, relatados hasta el asco, se refieren a cuando una banda de hombres armados irrumpió en un campamento de retiro del Movimiento de Juventudes Cristianas en el paraje Pinagua, del poblado de San Martín Cuautlalpan que, durante horas golpeó, robó y violó. Siete niñas fueron ultrajadas y varios campistas fueron golpeados. Organizado por un grupo eclesiástico llamado Cadenas de la Santísima Trinidad, el grupo era de 90 jóvenes, en una región montañosa a las faldas del volcán Popocatépetl.

Surgen todo tipo de interrogantes respecto a estos deplorables hechos, pero lo relevante es la crudeza de la crisis social, de la creciente descomposición social que enfrenta los mexicanos, en medio de batallas políticas y una crisis económica disfrazada de una aparente estabilidad macroeconómica que mantiene empobrecida a la mayoría de los mexicanos.

El clamor de que se restablezca la gobernabilidad, la cordura y se ponga fin a los actos que ni en la selva ocurren es generalizado. Ojalá los gobernantes se quiten los tapones de los oídos y sean capaces de abrir los ojos para darse cuenta de la realidad.

 

QMex/am

 

 

 

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