La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Antaño, recuerdos inolvidables
Carlos Ravelo Galindo,afirma:
Desde Barcelona, España, donde brinda sus conocimientos médicos en el hospital del Mar, desde hace cinco años, nuestro nieto Jorge Alberto Ravelo Barba, nos escribe Bety:
“Hola Abo. Mira que alegría, ese reconocimiento de 75 años de profesión. Que orgullo!!!!
¿Cómo estas? ¿Cómo te sientes?
Yo te cuento un poco, ahora estoy en el hospital trabajando, pa variar, jeje, pero estoy en una de las rotaciones de la parte de respiratorio, en la sección de fibrobroncoscopias.
Se trata de meter una camarita por la boca llegar a la tráquea y después los bronquios para ver si hay moco, si hay alguna masa (cáncer) y ver si se pueden tomar muestras o quitar mocos, resumiendo un poco.
La verdad es que me gusta, y creo que se me da bien, pero bueno solo es enero y en febrero de regreso a la UCI.
Ayer volví de una mini escapada de 2 noches a esquiar a una montaña a 2 horas de Barcelona. Lo disfrute, la nieve no fue la mejor pero se disfruta, y me gusta estar fuera de la ciudad jaja
Felicidades por el reconocimiento. Te mando un abrazo grande y apretado Jorge Ravelo Barba”
Con paciencia y humildad, porque nosotros lo vivimos, reconocemos, como todo México, que épocas pasadas siempre, en todo el mundo, fueron mejores.
Debemos agradecer al abogado Héctor Ravelo Chumacero, hijo de nuestro hermanito el publicista Héctor Humberto Ravelo Galindo y Graciela Chumacero, sobrina del poeta Alí, nos permita recurrir al pasado, no tan reciente, pero sí inolvidable para nosotros los que hemos acumulado experiencia.
Este comentario permitirá a la juventud transitar por un pasado, casi perfecto. Que ahora, merced a los políticos, a la avaricia de muchos, hemos caído, vertiginosamente a lo contrario.
Alguien se acuerda cuando estaban de moda los pantalones «Topeka» y «Edoardos» para la clase media, las prendas de mezclilla «Ray Tom» para la mayoría y «Levi’s» para algunos cuantos.
Las camisas de vestir eran «Arrow» y «Manchester» (“Hasta que usé una Manchester me sentí a gusto”, rezaba la publicidad en televisión en anuncios protagonizados por Mauricio Garcés, que era el galán de moda).
Los ejecutivos se vestían en «Roberts» y «High Life», con casimires «Santiago», de lana pura. Los zapatos formales eran de «Domit», «Florsheim» o «El Borceguí», aunque también tenían demanda los «Bostonianos de Canadá». Para los menos acaudalados y los jóvenes, estaban las líneas económicas de la firma de calzado, «Hush Puppies» y «Flexi».
Para los de menores ingresos, «Blasito», «Sandak» y el calzado de «El Taconazo Popis».
Los tenis eran «Panam» o «Superfaro», aunque llegaban algunos pares de «Converse» de las fronteras o los traían los pocos mexicanos que iban de vacaciones a Estados Unidos.
En 1969 se daban los últimos toques a «Suburbia», el almacén de ropa de la cadena «Aurrerá», que abriría sus puertas el año siguiente para competir con «París Londres» (que terminó vendiendo sus tiendas a Suburbia en los 80).
Los autos de moda eran «Mustang» y «Galaxie», de Ford; «Impala», de General Motors; «Mónaco» y «Barracuda», de Chrysler (en aquel entonces Automex); «Javelin» y «Classic», de American Motors.
La clase media compraba «Falcon», de Ford; «Rambler American», de American Motors; «Opel Fiera», de General Motors (el sucesor del Opel Olímpico, en 1969); y los jóvenes «Renault» y «Volkswagen».
Las clases populares no tenían coche, y cuando lo tenían, eran grandes carcachas para los fines de semana o salir a Acapulco o Veracruz en Semana Santa.
Las lociones masculinas del momento eran «Aramís», «English Leather» y «Brut», aunque la gente mayor se mantenía fiel a «Jockey Club», «Yardley» y «Old Spice»; los de la tercera edad preferían «Agua de Colonia Sanborns».
Las navajas para afeitar eran «Gillette», el fija pelo «Polans» y la brillantina «Wildrot».
Casi todo mundo fumaba, y lo hacía hasta en los camiones, los hospitales y el vestíbulo de los cines. Los pudientes preferían «Raleigh»; las clases medias «Del Prado» o «Fiesta»; los pobres, «Delicados» o «Faros».
Los niños ricos recibían $5 pesos de domingo, lo que les alcanzaba para un globo, algún juguete, un algodón de azúcar a la salida de misa y varias golosinas en la tienda. Los de clase media tenían $1 o $2 pesos, suficientes para comprar algo a la salida de la iglesia y algunas golosinas en la tienda, donde había desde dulces de a dos por .05 centavos, hasta chocolates «Carlos V» de .50 centavos o «Gansitos Marinela» de .80 centavos.
La «Coca-Cola» chica costaba .35 centavos y la mediana, .45 centavos.
Las bicicletas eran «Windsor», los triciclos y cochecitos de pedales, «Apache», los yoyos «Duncan» y los juguetes «Lilí» (para niñas), «Ledy» (para niños), «Plastimarx» (principalmente para niños) y «Mi alegría» (para pequeños con aficiones científicas). La juguetería de mayor prestigio era «Ara».
Los televisores eran «Philco», «Phillips» y «Majestic»; los radios «Majestic»; las consolas de sonido «Stromberg Carlson», «Philco» o «Philips», los aparatos de sonido «Gradiente» y las bocinas «Romex Vega».
Las tiendas departamentales de moda eran «Blanco», «Liverpool», «El Palacio de Hierro» y «Sears».
El futbol se veía en el «Estadio Azteca» y en el flamante estadio Olímpico de «Ciudad Universitaria». El beisbol en el «Parque del Seguro Social».
Los chavos asistían al «Queso Pan y Vino» o al «C’est si bon».
Las tortas de «Don Roque» en el centro histórico, Los tacos eran de «El Tizoncito», «El Farolito» o «El Caminero»; las flautas, de «Los Cocoteros», en San Cosme.
En esa zona estaba (y sigue) «Boca del Río», la marisquería más famosa de la ciudad de México.
«El Anderson’s», en pleno Paseo de la Reforma; se tomaba la copa en el «Kineret», de la Zona Rosa.
El café (por menos de $3 pesos todas las tazas que uno deseara), en _Sanborns, Denny’s» y «Vip’s».
El té negro era «Lipton»; los refrescos, «Coca-Cola», «Pepsi Cola», «Orange Crush», «Squirt», «Delaware Punch».
Los nacionales, «Peñafiel», «Garci Crespo», «Jarritos», «Pascual», «Lulú», «Titán» y «Chaparritas»; las discotecas de moda eran el «Champagne a Go Go», «Los Globos», el «Terraza Casino», el «Cero Cero» en el Camino Real y el «Señorial». Los espectáculos más taquilleros se presentaban en «El Patio».
Las pastelerías de moda eran «El Globo», la pastelería «Suiza» y «Bondy»; las panaderías,
«La Ideal», «Elizondo» y «La Viga»; el súper se hacía en «Aurrerá», «Comercial Mexicana», «Gigante» o «Sumesa». Esta última tienda era el ancla del «Centro Satélite», antecedente de Plaza Satélite, el primer mall de la zona metropolitana de la ciudad de México.
Las medicinas se compraban en la «Farmacia de Dios» y en la «París».
Las gasolinas eran, al igual que hoy, de «Pemex», pero las marcas eran «Mexolina», de 70 octanos; «Super Mexolina», de 80, «Gasolmex», de 90, y «Pemex 100». Todas contenían plomo.
Los discos se compraban en «Discolandia», «Mercado de Discos», y desde 1970, en «Hip 70».
Las marcas que dominaban el mercado eran «Orfeón», «Dimsa», «Musart» y «Capitol».
«José José» iniciaba su carrera luego de participar en el Festival de la Canción Latinoamericana con «El triste».
Joan Manuel Serrat y Julio Iglesias empezaban a ganase un lugar entre el público mexicano, en tanto que el rock en inglés avanzaba en el gusto de los jóvenes capitalinos.
Las estaciones de moda en la frecuencia de «AM» (Amplitud Modulada): «Radio Capital», «Radio Éxitos» y «La Pantera», entre los jóvenes. Los adultos preferían «6’20», “La música que llegó para quedarse”, y «Radio Chapultepec». «Los cultos», «XELA», “Buena música en México”.
En «XEQK» se podía escuchar la hora cada minuto, así como anuncios de «Cuervo», «Haste», el «Hipódromo de las Américas», el mecánico «Marcos Carrasco» y «Chocolates Turín», entre otros.
Mientras que en la iniciante frecuencia de «FM» (Frecuencia Modulada), estaba la estación de música disco «Radio Hits», «WFM», «Stereo Cien», conducido por el fallecido Mario Vargas, para los oyentes de la música instrumental se encontraba «Radio Triunfadora», «Radio Amistad» y su slogan “Las ondas de la amistad”, y para los amantes de las baladas, «Radio Joya», también había una muy buena estación era «Jazz FM», entre otras más.
Editar cómics era un gran negocio que se repartían «Editorial Novaro», que producía títulos como «Superman», «Batman», «Fantomas», historietas de «Walt Disney», «Lorenzo y Pepita», «La pequeña Lulú» y «Archie», entre muchos otros; «EDAR», con «Lágrimas, Risas y Amor» «Memín Pinguín».
«La Prensa», que editaba «Los cuatro fantásticos»; «Novedades Editores», que tenía «Chanoc» y «Los supersabios».
Otros éxitos de la época eran «La familia Burrón», publicado por la cadena «García Valseca»; «Kalimán» (en la versión cómic de la serie de radio), «Rolando el rabioso», «Alma Grande», «Los supermachos», «Los agachados», «Tradiciones y leyendas de la Colonia» y «Hermelinda Linda».
Una de las diversiones de los jóvenes era patinar, ya fuera en las banquetas y cerradas con «Patines Gala», o con patines rentados en las «Pistas de hielo Revolución», «Insurgentes y Mariano Escobedo».
El boliche se jugaba en «Bol Polanco», «Bol Silverio», «Bol Narvarte» y «Bol Las Torres», a un costado de las torres de Satélite.
Las máquinas de escribir eran «Olivetti» y «Remington»; las de coser, «Singer»; las ollas exprés, «Ekco» o «Vasconia»; los cubiertos, «Oneida». Las aspiradoras, «Electrolux» o «Koblenz»; las estufas y los refrigeradores «IEM», «Acros» o «Mabe».
Entre los útiles escolares, se pedían juegos de geometría «Baco», cuadernos «Scribe», colores «Prismacolor»,»Fantasy» o «Dixon Vividel» y lápices «Mirado».
«Haste» seguía siendo la hora de México, aunque quienes podían afrontar el gasto usaban «Rolex», «Omega» y «Longiness».
Las plumas elegantes eran «Scheaffer» o «Parker»
En el mundo intelectual, Carlos Fuentes y Juan García Ponce se reunían con las jóvenes promesas Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas y Elena Poniatowska. Las editoriales de moda eran el «Fondo de Cultura Económica», «Joaquín Mórtiz», «Era» y la recién nacida «Siglo XXI».
En la televisión, además de los canales «2», «4» y «5» de «Telesistema Mexicano» y del «canal 11» del Politécnico, la oferta se había enriquecido con los canales «13» (Corporación Mexicana de Radio y Televisión), de Francisco Aguirre, que transmitía desde la «Torre Latinoamericana» desde 1968 y que pasaría a manos del gobierno en 1972, y 8 (Televisión Independiente de México), que inició formalmente sus transmisiones el 25 de Enero de 1969, creado por un grupo de empresarios de Monterrey que realizaron una fuerte inversión y representaron tal competencia que cinco años después, en 1973, las dos empresas decidieron fusionarse para crear la actual Televisa.
En 1985 el «canal 8 pasó» a ser el «9» y nació «XEIMT» canal 7, que junto con el «13» eran propiedad del gubernamental Instituto Mexicano de Televisión.
«Excélsior» era el periódico más leído en México, después de «La Prensa».
Había superado en la competencia a «Novedades», que llevó la delantera durante la primera mitad de los sesenta (en 1976, mediante una maniobra del gobierno de Luis Echeverría, Julio Scherer y sus principales colaboradores fueron echados del periódico y fundaron en 1977 la revista «Proceso»).
En 1969 se hizo cargo de «El Universal» el joven Juan Francisco Ealy Ortiz, quien habría de inyectarle nuevos bríos; permanece como presidente y director general.
Los recién llegados (fundados ambos en 1965), «El Sol de México» y «El Heraldo de México», luchaban por ganar la preferencia de los capitalinos. El primero fue adquirido por Mario Vázquez Raña (junto con el resto de la Cadena García Valseca), quien años más tarde se hizo también de «La Prensa». «El Heraldo» fue comprado por José Antonio Pérez Simón y José Gutiérrez Vivó.
La revista más leída era ¡Siempre!, dirigida por José Pagés Llergo.
«El Café Oro» rivalizaba con el «Nescafé» y el «Café Legal» de sobrecito con el «Café Algusto», estos últimos costaban .40 centavos ; la mayonesa era «Mc’Cormik», el atún, «Calmex», los chiles enlatados, _Herdez» o «Clemente Jacqes», el puré de tomate, «Del Monte», la salsa para condimentar, «Maggi», el aceite de cocina, «Libertador» y el «1,2,3»; el chocolate en polvo «Express» o «Choco Milk$; la cajeta, «Coronado»; el consomé instantáneo, «Rosa Blanca», aunque «Knorr Suiza» empezaba a ganar terreno con su campaña “Es de pollo; $10,000 pesos lo garantizan”.
Los jabones eran «Camay» y «Lux», aunque el «Palmolive» seguía siendo el preferido de las clases populares. Las cremas para manos y cara eran «Teatrical» y «Ponds».
Las pastas de dientes, «Colgate» y «Forhans», el jabón en polvo para la ropa, «Fab» y el «Roma», en pasta de color miel era el «Castillo» y el «1,2,3».
La oferta hotelera de la capital se había enriquecido un año antes con la inauguración del «Camino Real», diseñado por el arquitecto Ricardo Legorreta, que junto con el María Isabel (entonces sin el apellido Sheraton), eran los más elegantes de la ciudad de México. Estaba en marcha el proyecto para edificar el «Fiesta Palace» (hoy Fiesta Americana Reforma).
Las líneas aéreas eran «Aeroméxico» y «Mexicana de Aviación». Ambas alternaban los tetramotores con jets en sus rutas nacionales.
El destino turístico preferido seguía siendo «Acapulco», donde «Hilton», «Pierre Marqués», «Ritz», «Paraíso Marriott», «Copacabana» y «Papagayo» eran los hoteles preferidos.
Las opciones para el consumidor eran más limitadas, pero la nostalgia de aquella época nos hace recordarlas con agrado.