Abanico
Los fanfarrones. Y la verdad de un ilustre oaxaqueño
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
No te envanezcas.
Pero antes una gran verdad del colega oaxaqueño, don Ángel Soriano, socio distinguido del Club Primera Plana.
Como presidente también del Club de Periodistas de la Vieja Antequera, nos ilustra con conocimiento:
“El diferendo entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y Carlos Loret de Mola ha puesto en el tapete de las discusiones entre si es invasión a la vida privada la revelación del colosal salario del comunicador y la presunta intromisión de la más alta autoridad del país, al utilizar información privada como arma política.
Sin embargo, el presidente López Obrador arguye, primero, que es información que le han proporcionado sus seguidores y que debe corroborarse con la información oficial y, desde luego, conocer el origen del financiamiento que tiene como propósito socavar el proceso transformador que beneficia a las mayorías en favor de las minorías.
Es decir, recursos privados obtenidos de las arcas públicas en otros sexenios y que son cuantiosas utilidades de las trasnacionales, sirven hoy como medio de financiamiento a medios y profesionales de la comunicación para emprender una dura campaña con propósitos políticos de desviar el rumbo de la administración pública y seguir manteniendo sus privilegios.
Desde luego que la lucha por el poder es una lucha donde el dinero es fundamental: no puede financiarse una campaña política desde los magros recursos obtenidos de los salarios de un trabajador, sino que necesariamente tienen que venir de las arcas públicas que engordan las finanzas de los grandes corporativos. En ese sentido, esclarecer fines y propósitos de tales recursos es conveniente para todos”, concluye Soriano.
A quien le quede el saco.
Este cuento sobre los fanfarrones de Gibran Khalil debemos platicarlo en primera persona. Y seguramente muchos habremos de compartirlos.
En la hora más silenciosa de la noche, mientras estaba acostado y dormitando, mis siete egos se sentaron en rueda a conversar entre susurros, en estos términos:
Primer Ego: -He vivido aquí, en este loco, todos estos años, y no he hecho otra cosa que renovar sus penas de día y reavivar su tristeza de noche.
No puedo soportar más mi destino, y me rebelo.
Segundo Ego: -Hermano, es mejor tu destino que el mío, pues me ha tocado ser el ego alegre de este loco.
Río cuando está alegre y canto sus horas de dicha, y con pies alados danzo sus más alegres pensamientos.
Soy yo quien se rebela contra tan fatigante existencia.
Tercer Ego: – ¿Y de mí qué dices, el ego aguijoneado por el amor, la llameante pasión y fantásticos deseos?
Es el ego enfermo de amor el que debe rebelarse contra este loco.
Cuarto Ego: -El más miserable de todos soy yo, pues sólo me tocó en suerte el odio y las ansias destructivas.
Yo, el ego tormentoso, el que nació en las negras cuevas del infierno, soy el que tiene más derecho a protestar por servir a este loco.
Quinto Ego: -No, yo soy, el ego pensante, el ego de la imaginación, el que sufre hambre y sed, el condenado a vagar sin descanso en busca de lo desconocido y de lo increado, soy yo, y no ustedes, quien tiene más derecho a rebelarse.
Sexto Ego: -Y yo, el ego que trabaja, el agobiado trabajador que con pacientes manos y ansiosa mirada va modelando los días en imágenes y va dando a los elementos sin forma contornos nuevos y eternos, soy yo, el solitario, el que más motivos tiene para rebelarse contra este inquieto loco.
Séptimo Ego: – ¡Qué extraño que todos se rebelen contra este hombre por tener a cada uno de ustedes una misión prescrita de antemano! ¡Ah! ¡Cómo quisiera ser uno de ustedes, un ego con un propósito y un destino marcado!
Pero NO, no tengo un propósito fijo:
Soy el ego que no hace nada, el que se sienta en el mudo y vacío espacio que no es espacio y en el tiempo que no es tiempo, mientras ustedes se afanan con quejas en la vida.
Díganme, vecinos, ¿quién debe rebelarse: ustedes o yo?
Al terminar de hablar el séptimo ego, los otros seis lo miraron con lástima, pero no dijeron nada.
Al hacerse la noche más profunda. Uno tras otro se fueron a dormir, llenos de una nueva y feliz resignación.
Solo el séptimo ego permaneció despierto, mirando y contemplando,–valemos los dos gerundios doña Jessica Quiñones Ramírez–, a la nada que está detrás de todas las cosas.