La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Lo vemos con simpatía
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
El presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, CEM, Rogelio Cabrera López al asumir el cargo, a nombre de los obispos del país, vaya de la Iglesia Católica, declaró no tener ningún prejuicio contra Andrés Manuel López Obrador.
Señaló que lo ven con simpatía y reiteró la disposición de la jerarquía católica, ochenta y cinco millones de mexicanos, para trabajar con el nuevo gobierno en la construcción de la paz.
Advirtió, sin embargo, que expresarán su opinión sobre el escenario político de manera respetuosa y serán críticos, severos, de los tropiezos que tiene y tenga el poder.
El prelado dijo textualmente:
“Veo con simpatía al próximo presidente de la República. Me cae bien. Los obispos de México, creo que no tenemos ningún prejuicio sobre los resultados que serán su trabajo en favor de los mexicanos.
“No somos oposición ni muro de contención. Estamos para caminar juntos. Estamos para caminar con el pueblo y también con nuestras autoridades.
“Como Obispo –es Arzobispo por Monterrey, Nuevo León— responsable de la Conferencia del Episcopado estoy con una mirada serena, tranquila, esperanzadora, sin ningún prejuicio hacia el nuevo gobierno”
Reconoció que, como anuncia el nuevo gobierno, la paz se construye con el dialogo y la escucha.
Quien nos proporcionó esta información, que consideramos valiosa, también nos invita, como creyentes católicos, seguir la siguiente recomendación que incluimos con el mayor respeto.
No solo llegar tarde a misa es una falta de cortesía o vestir de forma provocativa. Existen otras normas que debemos cumplir y respetar.
Te presentamos lo que no debes hacer durante la celebración que tal vez no sabías. Nos dicen
Intenta llegar siempre unos pocos minutos antes de la celebración
Evita faldas cortas, escotes o pantalón corto si eres hombre.
Al llegar persígnate.
Si pasas frente al altar, que representa a Cristo, haz reverencia. Si pasas frente al Sagrario, donde está Cristo, haz genuflexión (toca el suelo con la rodilla).
No cruces las piernas
Si ves que sólo hay un lector o lectora, ofrécete a leer, porque las Lecturas y el Salmo deben ser proclamados por distintos lectores (dos entre semana y tres en domingos o días festivos, cuando hay Segunda Lectura).
No leas las letritas rojas ni digas: ‘Primera Lectura’ o ‘Salmo responsorial’, o ‘Segunda Lectura’.
Y al final no digas: ‘ésta es la Palabra de Dios’, porque no es explicación, sino rúbrica divina. Sólo di: ‘Palabra de Dios’. Tampoco digas: ‘respondamos al Salmo’; pues no es recitación, el Salmo es en sí la respuesta a la Primera Lectura.
No te adelantes a decir; ‘Aleluya, Aleluya”. Espera unos segundos, y de seguro alguien lo cantará, y si ni el padre ni nadie canta, omítelo, pero nunca lo recites.
La colecta se recoge durante la presentación de los dones (cuando todos están sentados y quien preside sirve el vino en el cáliz, bendice a Dios por los dones del pan y el vino, y se purifica las manos).
A veces alguien se levanta y por imitación se levantan otros; tal vez al ver al padre levantar el cáliz y la hostia creen que es la Consagración, pero no lo es.
Hay que esperar a que quien preside la Misa ponga ambas manos por encima del copón y el cáliz y pida al Espíritu Santo que transforme el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo. Ése es el momento de arrodillarse.
Si no te puedes hincar, quédate de pie, pero sentarse, a menos que sea por enfermedad o adulto mayor, es falta de respeto a Cristo, que se hace presente en el altar.
Hay quien en la Consagración dice en voz alta: ‘Señor mío, Dios mío’, pero distrae a quienes están haciendo su propia adoración en silencio.
Sólo debes dar la paz a quienes están junto a ti, no a los de otras bancas. Tampoco aprovechar para ir a felicitar o dar pésame.
Debes haber guardado el ayuno eucarístico (no haber comido o bebido nada, ni mascado chicle, una hora antes de comulgar), y no tener pecado grave.
No te formes a comulgar sólo en la fila del sacerdote
Después de comulgar, no hables con los demás.
Se debe terminar el canto con la última persona que comulga, para dar tiempo a que haya un silencio sagrado que permita a cada persona entrar en diálogo con Dios.
Pon en silencio el celular
Si llevas niños pequeños, enséñales cómo deben comportarse.
No te pierdas le bendición con la que se te envía al mundo a dar testimonio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Y sal con un propósito nuevo que haya inspirado en ti el Señor, para edificar en el mundo Su Reino de amor.
Nosotros, creyentes, practicantes pero no obcecados, lo intentamos cuando nos acercamos a la Iglesia del Campo Florido, que no es, por desgracia, muy frecuente ahora.