Visión financiera/Georgina Howard
La limpieza de Querétaro y el Vaticano
Falleció don Fortino Rentería Arróyave. Nos invade la tristeza. Los Amigos no mueren. Se quedan con uno, hermano Teodoro.
En el Vaticano reside el sucesor de San Pedro. Su Santidad, es un argentino, legionario de Cristo que al ser elegido, dejó su nombre de nacimiento, Jorge Mario Bergoglio.
Se le reconoce en todo el mundo como el Papa Francisco. Ejemplo por su forma recta, y vigilante estricto de nuestra Iglesia Católica.
Dijo ayer que “El pueblo de Dios nos mira y espera no obvias y simple condenas, sino establecer medidas concretas y eficaces sobre los abusos sexuales en la Iglesia Católica”, ante 190 líderes de conferencias episcopales y órdenes religiosas que asisten al encuentro del Papa, que, luego de cuatro días, concluye hoy.
Existe, además de santidad, una impresionante colección de arte, que en la actualidad recorre nuestro país.
En la ciudad de Querétaro, de una limpieza inimaginable, está ahora.
(Valga una anécdota: por una de sus calles caminaba nuestro hijo Arturo, que, desgraciadamente, fuma. Arrojó la colilla al suelo. Una dama, con infinita decencia, lo llamó. Y le pidió, por favor, recoger la basura. Y depositarla en el bote de basura)
De la exhibición de arte quien acaba, con Norma su esposa, visitar, nos la explica José Antonio Aspiros Villagómez. Mucho de lo bueno de la Iglesia Católica.
Hace 500 años el genio del dibujo, la pintura, la escultura, la arquitectura y la poesía, Miguel Ángel Buonarroti, pasaba por una mala época.
Medio milenio después, una exposición cuyo curador es Giacomo Candini, recrea 30 de las más conocidas obras del virtuoso florentino y, con el nombre de ‘Miguel Ángel. El Divino’, se ha presentado durante cuatro meses (termina el 28 de febrero) en el Museo de los Conspiradores de la ciudad de Querétaro, donde tuvimos la oportunidad de verla.
Es posible admirar de cerca copias fieles y de tamaño natural de La Piedad, El David, Moisés, varios esclavos, un Cristo desnudo y otras esculturas; maquetas para la Basílica de San Pedro y otros templos, y al propio artista reproducido en cera cuando era joven y también en sus últimos años de vida; parece estar vivo.
Las cédulas, muy extensas, contienen datos curiosos unos, históricos otros, interesantes todos, relativos por ejemplo al carácter irritable, irónico y arrogante de Miguel Ángel (genio, al fin); explican que acumuló una fortuna en bienes y dinero pero era muy tacaño consigo mismo y hasta desaliñado, y siempre se quejaba de que no le pagaban a tiempo y no tenía con qué vivir; dan razón de por qué en La Piedad representa a María más joven que a Jesús, su hijo, o que pidió a un cliente 70 ducados por una obra y, como éste le ofreció sólo 30, le contestó que “ahora vale 140”, y los obtuvo. Está mencionada, además, la anécdota de cuando le desfiguraron con un golpe la nariz.
Uno se entera de que, cuando terminó su Moisés, le pareció tan real que le tocó la rodilla y le dijo: “¿Por qué no me hablas?”. También expone la razón de los “cuernos” que le puso al personaje. Y que había en Florencia un habitante que lo molestaba siempre al pasar junto al Palacio Viejo, hasta que grabó su figura en uno de los muros y ahí sigue.
En cuanto a La Piedad, junto a la monumental reproducción hay un texto y fotografías de cuando el geólogo australiano de origen húngaro Laszlo Toth, golpeó el rostro y un brazo de la Virgen al grito de “¡Yo soy Jesucristo resucitado de entre los muertos!” (21 de mayo de 1972). Pasó un año en un manicomio italiano y luego lo devolvieron a su país.
La escultura fue reparada y protegida con un cristal a prueba de balas.
Nada dicen las cédulas de la exposición, sobre la presunta homosexualidad del genio, pero sí lo menciona Renato Blumenberg en su libro ‘Miguel Ángel’ (Editorial Tomo, segunda edición, 2005).
Indica que, aun cuando no hay evidencias al respecto, las sospechas parten de que la mayor parte de su trabajo consistió en esculturas masculinas, pero hace notar que están desnudos porque en ese tiempo se retomaba el clasicismo griego.
Entre las pocas mujeres esculpidas o pintadas figuran la Virgen María y María Magdalena.
Otra figura femenina es la Madona de las Brujas, una de las varias obras que Miguel Ángel hizo a escondidas porque tenía el compromiso de otros trabajos.
Fue la única pieza que salió de Italia mientras él vivía y le pagaron tal cantidad, que hubiera podido comprar un palacio con ella. Esa escultura fue robada primero por Napoleón Bonaparte y después por Adolfo Hitler, y su rescate durante la Segunda Guerra Mundial fue tema de una película de hace apenas cinco años, ‘Los hombres monumento’, protagonizada por George Clooney.
Un dato más que se destaca en ‘Miguel Ángel. El Divino’, es que las imágenes de Cristo, niño o adulto, lo exhiben sin circuncidar, algo que contraviene las ideas religiosas pero no fue inconveniente para que el escultor trabajara con papas y le confiaran, entre muchos trabajos más, los valiosos frescos de la Capilla Sixtina, entre ellos ‘El juicio final’, mostrado en esta exposición, si bien a menor tamaño porque el original ocupa un muro completo.
Miguel Ángel no quería hacerse cargo de la Sixtina. Alegaba que él no era pintor, sino escultor, y hasta propuso en su lugar y sin éxito a Rafael Sanzio.
Después de la bóveda pintó El juicio final y, como todas las figuras estaban desnudas, los asustados monseñores del Vaticano contrataron a Daniel de la Volterra para que las tapara un poco, y por eso lo apodaron ‘ Braguettone’.
Al recorrer las salas -algunas con iluminación insuficiente o mal orientada para leer las cédulas- es posible enterarse, por ejemplo, de por qué en la Madonna de Brujas hizo un niño Jesús a una escala mayor que su madre María, o en otra figura tapó con alguna prenda una rodilla que había quedado de menor tamaño pues la pieza de mármol ya no alcanzaba para hacer ambas iguales.
Miguel Ángel era muy exigente con la calidad del mármol que empleaba. Él mismo viajaba a Carrara para supervisar cuál quería, y aun así muchas veces los bloques se fracturaban o tenían defectos y era necesario desperdiciar mucho material hasta encontrar el apropiado.
Fue un genio sin descanso, salvo por uno o dos años que estuvo enfermo en Roma.
Ver en México una parte del trabajo artístico de Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni (Caprese, 1475 – Roma, 1564; haga usted la cuenta) es una oportunidad privilegiada inclusive para quienes hemos tenido la posibilidad de apreciar los originales en Italia, aunque no con la calma necesaria porque los guías siempre andan de prisa.
Acá, en Querétaro, con mayor reposo, conocimos cómo trabajó -durante 14 años- en la ostentosa tumba de los Médicis, en la del papa Julio II -que por poco no termina por las muchas demoras que tuvo- y en otros encargos, siempre bajo presión por los caprichos o indecisiones de sus pudientes empleadores, o porque los recursos eran destinados a los ejércitos de los Estados Pontificios.
La exposición ‘Miguel Ángel antes estuvo en Puebla, Monterrey y San Luis Potosí, lugares donde tuvo en total medio millón de visitantes.