Abanico
Refiero el comentario de Selene, mi asesora de cabecera, respecto de esa actitud del Peje, la de la noche del domingo último, abismalmente diferente a la asumida en julio de 2006 cuando irreverente y desarticulado emocional y políticamente se rebeló contra el stablishment político mexicano y se llamó robado y anunció y desató una crisis postelectoral, de la que salió auto ungido presidente legítimo.
No habrá conflicto, previó Selene, porque la postura de López Obrador, incluso con ese anuncio de que impugnará la elección presidencial y que el convenio que firmó en el IFE con sus contrapartes por la Presidencia no le inhibe sus derechos constitucionales, tiende a apaciguar ánimos y dejar que los magistrados electorales determinen la procedencia de las impugnaciones.
El Peje no tomó tribuna en la plaza pública la noche después de saber que el PREP le daba el primer sitio a Peña Nieto, y optó por un salón cerrado, sin la parafernalia de miles de sus seguidores. Evitó admitir la tendencia que le negaba el triunfo y apostó por el cómputo final.
Sí, será un largo camino y no exento, sin duda, de tropiezos y movilizaciones de la masa ciudadana que otorgó más de quince millones de votos a la causa del Movimiento Progresista, pero Andrés Manuel se ha curado en salud y reparte responsabilidad con el IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, aunque esa es una salida simplista.
El tabasqueño está en todo su derecho de impugnar. Pero no tiene derecho a convulsionar al país. Por eso la referencia de la salida simplista, por utilizar un eufemismo, a escurrir el bulto, la responsabilidad, pues, de esas movilizaciones que de inmediato operaron los demócratas de #Yo soy 132 y demostraron lo que fue vox populi de que obedecían a la causa de Andrés Manuel López Obrador.
¿Estudiantes universitarios apartidistas? Fue una burla al sentido común y ahora lo demuestran con esas marchas para descalificar a Peña Nieto y al PRI, amén de agredir a los reporteros.
Andrés Manuel debe meter orden; dejar sueltas a las organizaciones que lo respaldaron, con la referencia de que él no es responsable de lo que hagan, porque de ello deben ocuparse consejeros y magistrados electorales, es un absurdo de un liderazgo que debe capitalizar políticamente lo obtenido en la jornada del primero de julio. Circunstancia que despeñó hace seis años.
Pero, bueno, los consejeros integrantes de la Comisión de Capacitación y Organización Electoral del IFE, dieron una pauta para la impugnación prevista y anunciada por López Obrador, con el anuncio de que se realizará el recuento de entre 45 mil y 50 mil casillas electorales de los 300 distritos en que está dividido el país.
Los consejeros Alfredo Figueroa, Marco Antonio Baños y Francisco Guerrero recuerdan que el recurso del recuento de votos es un derecho previsto en el artículo 295 del Código Electoral Federal reformado en 2008. Vaya, se trata del voto por voto y casilla por casilla.
En términos llanos, López Obrador ya no tiene aquella bandera que alzó hace seis años cuando se dijo robado en la elección presidencial. Sí, que haya recuento. Y se hará, en el caso de la elección de Presidente en 19 distritos. ¿Cambiarán las cifras? Bueno, hablar de 3.1 millones de votos de diferencia entre Peña Nieto y Andrés Manuel no es enchílame otra. El Peje sabe que el recuento le puede ser adverso y que difícilmente remontará la diferencia.
Selene insiste en que la rebelión pejista no llegará a mayores y se diluirá en el proceso que deberá concluir, a más tardar el 6 de septiembre, cuando la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resuelva la calificación de la elección de Presidente de la República y declare a Enrique Peña Nieto Presidente electo.
Ojala y así ocurra; ése es el escenario que la inmensa mayoría de los mexicanos deseamos, el de la civilidad. López Obrador tiene el derecho de impugnar la elección, mas no de violentar y convulsionar al país. Hay que saber perder. Digo.