Teléfono rojo/José Ureña
Las sociedades enteras enfrentan élites políticas que se turnan la representación y el poder a partir de su complicidad para minar toda oferta diferente ante el electorado.
Y más aún: derivan también en convertirse en socios de los beneficios que otorga legislar y gobernar de espaldas a la sociedad, porque el costo político a pagar es mínimo: acaso perder el poder, pero para que gobierne el socio, al cual le unen la corrupción y la impunidad.
La primera respuesta del gobierno federal a la tragedia de Acapulco fue una historia oficial poniendo el énfasis en la dimensión extraordinaria del meteoro por la furia de la naturaleza y, el llamado a la solidaridad con un presidente que exige la exclusividad de su administración en la entrega de la ayuda a la sociedad.
Un mandatario sin empatía, asumiéndose como la víctima de los medios de comunicación y sus adversarios que organizan una campaña en su contra y, mucho menos preocupado en atender la tragedia en sí misma.
Se trata del relato de autoridades ausentes, pasmadas y sin capacidad de hacer lo mismo en el nivel federal, estatal y municipal. Es una gigantesca tragedia que le queda grande a un gobierno más ocupado en poner a salvo su conversación en torno a los efectos de Otis en la campaña electoral de 2024 y no en las personas y familias que lo padecieron.
Desde luego no se atendieron los manuales de desastres como el de la Agencia de Manejo de Emergencias de los Estados Unidos que plantea que la información del Estado es tan vital como garantizar agua y alimentos a las víctimas, con el objetivo de evitar el descontrol por la tragedia social que vive Acapulco y la incertidumbre que, genera los saqueos a la propiedad privada, por ejemplo.
Tampoco se atendió el salvar vidas y, reducir daños a las personas con suficiencia presupuestal para incorporarse con tecnología y radares y, aviones caza huracanes que como estrategia comenzó a declinar en 2016 y, el problema se consolidó con la administración de AMLO con la insuficiencia del programa presupuestario y sin las ventajas de disponer del desaparecido Fondo para la Atención de Desastres Naturales (FONDEN).
Menos aún se procuró que la comunicación del gobierno generara confianza, dado que el relato del presidente alienta el conflicto.
La sociedad mexicana permanece impactada en su estado de ánimo social al observar un presidente que no es un aliado para con la tragedia de Acapulco. En los días recientes, las próximas candidatas presidenciales comenzaron a mostrar mensajes de empatía y, sin embargo, el presidente es quien debiera encauzar la comunicación para alentar el orden y la certidumbre que den respuestas a la crisis.
Del Tintero. Por desgracia, la estrategia del presidente de la República es incitar el caos y, el conflicto en el contexto de una sociedad dividida y polarizada. Lo que requiere la sociedad mexicana es una comunicación con certidumbre y orden para atender eficazmente la tragedia del puerto y, con el programa presupuestario suficiente para gestionar con eficacia los desastres naturales que, como anuncian las voces expertas, serán más frecuentes ante el cambio climático. Será una tarea de la próxima administración pública federal.
Facebook/LinkedIn: Daniel Adame Osorio.
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