HISTORIAS COMUNES: El amor en tus manos

18 de octubre de 2012
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8:15
Marypaz Monroy Villamares

Koong See y Chang se conocieron en un bello jardín y al momento se enamoraron. En esa floresta se veían todos los días hasta que en una ocasión el padre de ella los descubrió, sorprendido y enfadado le prohibió a su hija que volviera a ver a su novio.

Para evitar que la jovencita hiciera todo lo posible para estar con su enamorado, el padre la encerró en su casa en donde construyó una barda muy alta que llegó hasta la orilla de un río cercano a su domicilio.

El testarudo padre, empecinado en no permitir que su hija fuera feliz al lado del joven chino, la comprometió con el hijo de un gobernador llamado Ta-Jin. Todo lo dispuso de tal manera que la boda se llevaría a cabo en primavera, cuando el árbol de durazno estuviera en flor.

Desilusionados por aquella condena que era el matrimonio impuesto, pues parecía que su relación quedaría terminada con aquella boda, un día el joven enamorado cuando vagaba triste por el río, encontró una cáscara de coco flotando con una nota de su amada, quien en un mensaje de amor y desesperación, le anunciaba que se iba a suicidar.

No obstante, al rectificar que nada ni nadie podría separarlos y que su amor no debía morir así, la joven se apresuró a mandarle a través del río, otra misiva que decía: “la fruta que más ansías debe ser cosechada cuando la flor del sauce se desparrame sobre el suelo”.

Esa fue la manera secreta que encontró para avisarle a su amado que huiría con él, el día de su boda.

El día llegó y los enamorados huyeron con las joyas que Ta-Jin, el padre del novio le había dado como obsequio de bodas.

Con el dinero que obtuvieron de las alhajas, Koong See y Chang se construyeron una casa a la orilla del río, en donde con el tiempo tuvieron prosperidad.

Ahí vivieron felices su amor hasta que un día el odio de Ta-Jin por la afrenta que sufrió su hijo y él, los alcanzó.

Ta-Jin, quien había jurado vengarse, luego de una larga búsqueda finalmente dio con ellos y mató a Chang. Ella desesperada, incendió su casa y se inmoló dentro.

Los dioses, tristes por la suerte de los amantes, transformaron las almas de la pareja en aves para unirlos por siempre en su hermoso jardín a la orilla del río y en un nido sobre un sauce.

El amor de Koong See y Chang ha trascendido en el tiempo; ha vagado entre nuestros dedos, entre la palma de nuestras manos; lo hemos tenido ante nuestros ojos; ha sido fiel testigo de nuestros encuentros y desencuentros amorosos, de nuestras emociones, de nuestros sueños, de nuestros triunfos, de nuestros sinsabores, de nuestros anhelos…

Su amor ha sido siempre un compañero callado en nuestras   pláticas de café; ahí han estado siempre Koong See y Chang representados en unas diminutas aves, sólo tenemos que posar nuestra mirada en la vajilla azul y blanca del ya tradicional y legendario restaurante de los tres búhos.

Esta sencilla historia de amor vive aún en cada plato, en cada taza de la vajilla de Sanborns.

En cada taza, las que han tocado nuestras bocas y saboreado nuestras alegrías y contenido nuestro llanto y desilusión, están los elementos de esa trágica y hermosa historia de amor. Ahí está el río, la casita, el puente, la canoa, el sauce, y arriba, los dos pájaros, Koong See y Chang, mirándose a los ojos a punto de besarse.

QMX/mmv

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