Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Es posible que hoy estén de fiesta un poco más de 60 millones de mexicanos que no votaron por el candidato López Obrador, en la elección de julio de 2018.
¿Y por qué fiesta?
Porque según el propio AMLO, él no es el presidente de esos más de 60 millones de ciudadanos que votaron por otras alternativas de gobierno, como el PRI, el PAN, el PRD…
Y la fiesta sería por eso, porque si bien más de 60 millones de mexicanos no tienen presidente y tampoco tienen derechos, al final de cuentas –y eso es lo más importante–, tampoco tendrían obligaciones.
¿Pero qué fue lo que dijo Obrador para desatar esa nueva fiesta?
Palabras más, palabras menos, el mandatario mexicano dijo lo siguiente:
“Cuando me hacen un reclamo en el aeropuerto, les pregunto… ¡a ver, a ver… sinceramente¡ ¿por quién votastes..? ¡Ya te escuche…! ¿Pero, por quién votastes..? Y eso les digo a los que me reclaman por el aeropuerto de Texcoco… Es una idea”.
Es decir, que según la “chabacana y retrógrada concepción de gobierno,del mandatario mexicano, los poco más de 60 millones de mexicanos que no votaron por él, no tienen derechos y, por tanto, tampoco obligaciones.
¿Cuáles derechos y cuáles obligaciones…?
En efecto, no tienen derecho a preguntarle al presidente Obrador por sus errores y fallas; no tienen derecho a reclamarle por los desaciertos y torpezas; no tienen derecho a exigir que haga bien su trabajo, no tienen derecho a pedirle que cumpla lo que prometió y, por tanto, son lo más parecido a parias o ciudadanos de segunda y sin presidente.
Pero, a partir de la carencia de derechos, se desata el otro extremo; la carencia de obligaciones.
Es decir, si los 60 millones de mexicanos que no votaron por López no están representados por Obrador, entonces tampoco tienen la obligación de pagar impuestos, de respetar la investidura del presidente, de respetar a su gobierno y, sobre todo, no tienen por qué respetar los decretos y las leyes que de su gobierno emanen.
Incluso, bajo esa misma lógica, el opositor López Obrador no tenía derecho a reclamarle nada a los entonces presidentes Salinas y Fox; tampoco al ex presidente Calderón y menos al ex presidente Peña.
¿Y, por qué no tendría Obrador derecho a reclamar nada a los expresidentes?
Por una razón elemental; porque Obrador, no voto por Salinas y tampoco por Fox; menos por Calderón y no se diga por Peña.
Pero tampoco ahí termina el despropósito obradorista. Si López Obrador es presidente de sólo los 30 millones de mexicanos que votaron por él, ¿cómo es que dispone de los impuestos de todos los mexicanos; cómo es que Obrador le impone a 60 millones –a los que no representa–, sus chabacanas ocurrencias llamadas Tren Maya, Aeropuerto de
Santa Lucía y Refinería Tres Bocas?
¿Se habrá dado cuenta, López Obrador, del tamaño de la estulticia que dijo al asegurar que aquellos no votaron por él no tienen derecho a reclamar por los horrores y las torpezas presidenciales y menos de exigir resultados positivos a su gobierno?
Está claro que Obrador no entiende el significado de una democracia representativa, como la mexicana, en donde una mayoría de “mandantes” — que son los ciudadanos–, le otorgan el mandato a quien –en ese acto democrático que son las elecciones–, se convertirá en el nuevo mandatario.
Se confirma la pulsión autoritaria y dictatorial de Obrador quien cree y aspira a ser aclamado por una unanimidad impensable e imposible en democracia; pretende tener el casi cien por ciento de los votos, como su némesis; López Portillo.
Y sin duda que se trata de una de las peores declaraciones del presidente mexicano, en sus poco más de 14 meses de gobierno.
Sin embargo, también es una confesión de parte.
¿Por qué?
Porque López Obrador confirma su vocación como el presidente que más ha violado la Constitución.
Al tiempo.