Visión financiera/Georgina Howard
La salud o la economía. Esta es la disyuntiva a la que nos ha orillado la pandemia por el Covid-19. No hay, que recordemos, un hecho semejante en la historia reciente de nuestra civilización en que la humanidad, en tiempos de paz, se haya visto en una encrucijada semejante
En la economía está el sustento para que la vida pueda continuar. Si no se trabaja, si no se produce, ni hay ingresos ni hay alimentos en la mesa. De acuerdo a la riqueza de las naciones y la capacidad de sus gobiernos algunos países pueden estirar hasta cierto punto los confinamientos. Pero está visto que ninguna nación podrá soportar muchos meses con la economía paralizada.
La salud, lo sabemos, es la condición para que las personas sigamos existiendo, sigamos vivas. Hasta ahora, de acuerdo a las fuentes científicas, no existe tratamiento probado ni vacuna disponible para garantizarle a la humanidad que puede dejar sus casas sin el riesgo de contagiarse y eventualmente morir.
Los políticos del mundo están metidos, como nunca, en una disyuntiva que parece no tener solución. Si la economía no se activa no sólo faltarán los alimentos en las mesas sino que el empobrecimiento desatará el caos, la ira social y en consecuencia la derrota de quienes gobiernan. Si la salud no está asegurada las cifras de los muertos ensombrecerán las justificaciones económicas de la apertura y también los gobernantes tendrán que pagar un costo fatal.
La apertura económica con un bajo costo político sólo puede ser posible sobre la base de que la sociedad acepte con resignación, llegado el momento, que muchos deben morir con tal de que la producción continúe para no perecer de hambre, lo que es muy improbable, nuestras sociedades son hedonistas mas no espartanas. Lograr esto es más complicado que desatar el nudo gordiano. ¿Cómo lograr que las sociedades se persuadan, sin acusar responsabilidades, de que deban contagiarse y probablemente morir con tal de que la economía siga su marcha? La respuesta la quisieran todos los políticos.
Es un volado el que los gobiernos han echado al aire al determinar la apertura de sus economías cuando no se tienen todos los elementos de control sobre los contagios y sin que exista de por medio ni un tratamiento ni una vacuna que contenga la expansión del virus. Las cosas pueden empeorar, si como se está viendo, la gente retoma su vida social olvidándose de las recomendaciones de salud durante semanas promovidas.
Nuestras sociedades, tan ligadas a las certezas de los valores del mundo previo al Covid-19 no están aceptando que dichas certezas han sido quebradas por la enfermedad. Es falso que las sociedades estén aprendiendo nuevas lecciones. No alcanzan a dimensionar las dificultades, a pesar del avance científico, que los estados están enfrentando para asegurar la vida de sus habitantes. Los estados mismos tienen corta visión al promover el concepto de «nueva normalidad» porque lo que hacen es vender la idea de que habrá una «normalidad» y las personas están creyendo que regresarán a la calle para hacer lo que siempre hacían, como regresar a la vida regular después de un apagón, cuando lo real es que ya no habrá normalidad porque los valores civilizatorios previos ya no sirven para enfrentar esta pandemia ni las que vienen.
En su volado los gobiernos le apuestan al éxito, a que la enfermedad se diluya, a que en el proceso se logre un tratamiento y se disponga de una vacuna, para presumir que se tuvo la decisión oportuna para abrir y evitar el colapso pleno de la economía y el fracaso de poderosos intereses. El problema es que en el volado la moneda caiga por el lado contrario y la decisión precipite a más muertes y a la ruina completa.
La pandemia está exhibiendo el inmediatismo de los gobiernos. Sólo tienen los ojos puestos en el día que deben proclamar la nueva normalidad, pero no están haciendo la revisión de las causas profundas de la pandemia en curso ni de las que los científicos argumentan que vendrán después. Bien por los gobiernos que están invirtiendo en la vacuna y en los tratamientos, esa es la solución inmediata. ¿Pero cuándo van a modificar las catastróficas políticas públicas que han incentivado la destrucción de la biodiversidad origen de la zoonosis que ha causado el Coronavirus?, más bien en plena pandemia algunas naciones están dando marcha atrás a los derechos ambientales de sus ciudadanos. ¿Cuándo invertirán los recursos necesarios para recuperar los ecosistemas en los que vive la humanidad y que son el amortiguador natural que frene los virus que pueden poner de rodillas nuevamente a la humanidad?, hay países que ahora siguen invirtiendo en energías fósiles y desmantelando selvas.
El Covid-19 nos tiene en jaque, está exhibiendo una crisis civilizatoria que la humanidad trata de ignorar. Quiere creer que todo debe seguir igual, no quiere entender que así como hemos extinguido a otras especies, al hacerlo también hemos puesto la nuestra en riesgo. Condición que hemos logrado a pulso para satisfacer un absurdo sentimiento de dominio y superioridad sobre la naturaleza. El Covid-19 sólo es el efecto boomerang de nuestra irresponsabilidad frente al planeta. Terminamos enredados en nuestros propios y ególatras impulsos de poder, por eso estamos en jaque.