LA COSTUMBRE DEL PODER: Luis Videgaray

06 de noviembre de 2012
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1:15
Gregorio Ortega

El hombre del presidente electo tiene su valor propio, personal, que no lo desacrediten gratuitamente, romperán la unión necesaria para gobernar.

¿Cómo se determina la formación de un gabinete presidencial? ¿Qué busca en sus colaboradores el presidente electo? ¿Sabe ya, quien ha de gobernar, de los alcances y límites del poder presidencial, de las condiciones impuestas por la realidad, por los poderes fácticos? ¿Tendrá intención de hacer sentir a la sociedad lo acotada que le entregan la institución presidencial?

Las anteriores son preguntas obligadas, porque aparecen ya los síntomas del conflicto interno, de la disputa enfermiza por una parcelita de poder. Leo y me enteran de los embates internos y gratuitos contra Luis Videgaray. Feroces. Argumentan, quienes dicen no confiar en él, que no puede permitirse el regreso de otro José María Córdoba Montoya. Pensarlo así, deducirlo de esa manera para justificar el rencor, es un absurdo. Son cuatro personas distintas y dos momentos históricos diametralmente opuestos.

Las condiciones en que recibió al país CSG y lo recibirá EPN no dejan lugar a dudas: Luis Videgaray está lejos de aspirar a convertirse en el mentor del presidente de México, como sí se lo propuso el doctor Córdoba, si no que le pregunten a quien gobernó a la patria entre 1988 y 1994, con todo lo que sucedió durante esos años, incluido el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Videgaray tiene luz propia, conoce las reglas del juego, de las que no abjurará como lo hizo Manuel Camacho Solís.

Inquieta el que quieran desbarrancar a Emilio Lozoya Austin, apresurando su acceso al primer círculo del poder. Con toda certeza que ese joven aprendió a escuchar a su padre, sabe ya que es momento de esperar su oportunidad.

Todos apuestan a que a la SRE llega Jorge Montaño. Lo dan como un hecho porque fue embajador de México ante la ONU y en Washington, lo que no garantiza un pase automático en conocimiento y capacidad para resolver lo que se espera: un replanteamiento de la relación bilateral con Estados Unidos, de idéntica manera a como en su momento decidieron rescatar Europa al concluir la Segunda Guerra Mundial, pues el Plan Marshall perseguía el objetivo, por sobre todo, de asegurar el consumo europeo para los productos estadounidenses.

Pienso, entonces, en José Antonio González Fernández, que conoce el tema fundamental para esa tarea, pues fue delegado de la PGR en la embajada de México en Washington, pero además fue presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores en la Cámara de Diputados. Tiene la probable y probada reputación de ser un hábil negociador, llegar siempre a acuerdos.

Ofrece Tony Judt, en Postguerra, transcripción de un documento de los departamentos de Estado, Guerra y Marina de 1947: “Es importante mantener en manos amigas las zonas que contienen o custodian fuentes de suministro metalúrgico, petrolífero y otro tipo de recursos naturales, que incluyen objetivos estratégicos o áreas de localización estratégica…”, a lo que el autor apostilla: <<Este es el contexto más amplio del Plan Marshall, un amenazante panorama político y de seguridad en el que los intereses norteamericanos estaban inextricablemente ligados con los de un frágil y debilitado subcontinente europeo>>.

La estrategia no ha variado. México es, hoy, tanto o más importante que lo fue Europa en ese momento.

QMX/gom

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