Imperativo, estudio y reflexión sobre IA en la justicia: Guerra Álvarez
Simbolismo político, la forma también es fondo
El sábado 1 de diciembre de 2018 estaba marcado en el calendario político nacional como el día del cambio de poderes en el gobiernofederal, el cuarto mandato sexenaldel siglo 21, uno que vino a romper la hegemonía de dos partidos de derecha ycambiar un sistema político, una etapa de la vida pública, la neoliberal.
En política, la forma también es fondo y la manera en que se trasladó el Presidente de México, AndrésManuel López Obrador, de su domicilio al Congreso de la Unión mostró uncambio radical respecto a las camionetasblindadas y dispositivos de seguridad que implican un reconocimiento tácitoa que imperaba en el país un orden violento. En contraparte el trasladarse enun auto compacto, rodeado tan solo de elementos de tránsito de la Ciudad deMéxico implica asumir que las cosas pueden cambiar y que podemos aspirar avivir en un país donde el presidente se puede trasladar sin parafernalia, pues no teme a nadie, principalmente porque no hacomprometido su vocación a intereses ni poderes fácticos, su fuerza descansa en elpueblo, que le acompaña y está decidido a cuidarle. Esta manera austera detrasladarse permitió incluso que el Presidente Constitucional mantuvieradiálogo con algunos ciclistas que seacercaban a darle mensajes de apoyo y principalmente, un recordatorio: existemucha confianza en López Obrador, morena y la Cuarta Transformación, no hayderecho a fallar. Mensaje que suscribo de manera personal, no tenemos derecho afallar.
El primer discurso de Toma de Protesta que es abiertamente crítico del proceso anterior, pero a lavez reconoce la estatura política de Peña Nieto para no ceder ante la tentación de intervenir políticamente desde elmáximo poder para impedir la llegada de la izquierda al poder federal.
A partir del primer día del nuevo Gobierno de México, uno delos espacios propiedad del Estado Mexicano más desconocido y misterioso para lapoblación era la residencia oficial de Los Pinos, que fue convertida en espacio público. El momento de apertura de suspuertas desató una euforia popular con el júbilo desbordado durante la cuenta regresiva que incluso llevó a unhombre a besar el suelo al ingresar. Curiosamente esa alegría mostrada por laspersonas fue producida por la materialización de un bien nacional en un bienpúblico, al alcance de los mexicanos de a pie, la concreción de un anhelocolectivo de áreas verdes para la recreación y el esparcimiento no orientado alconsumo.
El momento más álgido de aquel histórico y también místico día, así lo viví desde el Zócalo, fue la Ceremonia de entrega del Bastón de Mando donde fuimos testigos ypartícipes de un momento político multitudinario sin precedente en la historiacontemporánea. Una reivindicación colectiva y el reconocimiento de una deudahistórica con los pueblos indígenas queimplica advertir la importancia de conocer nuestro pasado para encaminar con lafuerza de nuestras voluntades el futuro que se busca construir.
Un momento de conexión entre la fuerza y el peso de las culturas originarias de México con el profundo deseo colectivo de transformación de la sociedad mexicana. Instantes que seráneternos en nuestra memoria como el llanto de la noche neoliberal en el México profundo que puso de rodillas alPresidente Constitucional, Andrés Manuel comenzó entonces el camino a latrascendencia de quien ya no es suyo,se debe a la Patria y a la construcción de la nueva realidad.