Libros de ayer y hoy
Los neopopulistas
La decisión que ha tomado una de las democracias más antiguas del mundo con su decisión de salirse de la Unión Europea, sin duda, va a trastocar muchas de las relaciones internacionales, del comercio mundial y poner en tela de juicio el pensamiento globalizador, que en el caso de la región de América del Norte, fue impuesto desde el Consenso de Washington en 1989, que fundamentalmente constituía en un paquete de reformas para los países en desarrollo azotados por la crisis, según las instituciones bajo la órbita de Washington DC como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
Las fórmulas abarcaban políticas que propugnaban la estabilización macroeconómica, la liberalización económica con respecto al comercio y la inversión, la reducción del aparato del Estado, y la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía doméstica; así fue como en el caso de México el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) impulsó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) integrado por EUA y Canadá.
Los críticos y opositores de la participación en este bloque económico de Norteamérica, advertía de los riesgos que implicaba para México de participar en un tratado comercial con dos economías muy diferentes y poderosas, que representaría una dependencia lesiva para los sectores productivos nacionales y de una evidente pérdida de soberanía nacional e independencia política.
Los apologistas y defensores oficiales y “oficiosos” del TLC respondieron a los críticos del proceso de globalización de ser unos “populistas” y “nacionalistas trasnochados”, frase célebre acuñada por el canciller y secretario de Hacienda del gobierno de Ernesto Zedillo y actual secretario general de la Organización Mundial para el Desarrollo y el Comercio (OCDE), José Ángel Gurría Treviño.
El referéndum “Brexit” que aprobaron los ingleses el pasado fin de semana, mediante el cual una de las democracias más antiguas de Europa da un golpe en la nuca al pensamiento globalizador y de unión de la región europea, exacerbando el espíritu nacionalista fundamentalista de una generación de británicos que disfrutó el desarrollo económico y el bienestar social del Reino Unido.
Sería prematuro y aventurado especular del impacto que generará el “Brexit” en el concierto internacional, pero no es descabellado augurar que la decisión británica ya está influyendo en el ánimo de un sector conservador norteamericano, que impulsaría la revisión de sus relaciones externas, particularmente con sus socios y vecinos, incluyendo a México.
La actual visita del presidente Enrique Peña Nieto a Canadá, en este contexto, es una expresión de oportunismo y pragmatismo político, pues el propio EPN lo llama tomar “preventivas” del gobierno mexicano ante la decisión de los ingleses de independizarse de la Unión Europea.
La defensa del libre comercio y el ataque directo a los riesgos que implicaría el arribo de los neopopulistas, en realidad es el inicio de una batalla que el gobierno mexicano advierte se recrudecerá en los próximos tiempos, particularmente si un neopopulista de derecha como Donald Trump arriba a la Casa Blanca, ello implicará el fortalecimiento de una política exterior basada en la bilateralidad y multilateralidad que los gobiernos priistas utilizaron con éxito hasta el gobierno de José López Portillo.
Sin embargo, esta posibilidad podría significar también que en el sistema político mexicano veamos un proceso de oxigenación del rancio nacionalismo que mantuvo en el poder presidencial al viejo PRI por lo menos hasta 1982, pero que abandonó al sumarse al Consenso de Washington a partir del gobierno de Miguel de la Madrid (1982-88) y que fortaleció el Presidente Salinas de Gortari (1988-94) con la incorporación de México al TLC.
El reverdecimiento “nacionalista” en México beneficiaría, sin duda, a uno de sus más fieles seguidores que es, sin duda, Andrés Manuel López Obrador, dirigente de Morena, quien seguramente no desaprovechará la coyuntura para fortalecer su posicionamiento como candidato presidencial para el 2018, pero por otro lado, afectará a las alianzas electorales realizadas por los principales partidos de oposición en diversas entidades efectuadas en los comicios del pasado 5 de junio, cuyo principal beneficiario fue el PAN.
Me temo que la meta electoral establecida por el exitoso dirigente panista, Ricardo Anaya, de “derrocar al PRI de los Pinos en el 2018”, tendrá que posponerse y transformarse en una alianza de facto con el partido tricolor, para evitar que el “populismo depredador de López Obrador” como dice el panista queretano, arribe a la Presidencia de la República.
Esto último y, sobre todo, si después de que, en el Consejo Nacional del PRD, del próximo 2 de julio, las tribus más representativas y su nueva dirigencia nacional, que según las tendencias internas será la senadora Alejandra Barrales, acuerden establecer los puentes de comunicación política con el ex jefe de gobierno y dos veces candidato presidencial y hoy dirigente nacional de MORENA, con la meta de lograr una alianza electoral para los comicios del 2018. Veremos qué pasa.