La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Crisis de lealtades o de cuando el poderoso empieza a conocer la nuca de sus aliados
No hay quizá hombre más sólo en la tierra que aquel que luego de haber tenido todo el poder, se encuentra con el silencio y la nuca de los que fueron sus aliados, mientras los rostros violentos de sus enemigos los hacen caer en la desgracia.
México está viviendo uno de los peores momentos de su historia, en medio de una gravísima crisis no sólo financiera y de seguridad pública, sino también una crisis política, ideológica y de valores, que ha permitido que el crimen organizado toque a las puertas de todas las instituciones.
Los hallazgos de cadáveres en el río Lerma, la reciente emboscada a militares en Sinaloa y la ya recurrente información de gobernadores y políticos descubiertos en actos de corrupción, confirman la tesis que planteamos aquí el domingo pasado:
“No hay un solo hombre o institución en el país que pueda lanzar la primera piedra”… y señor rector de la UNAM, no se haga usted el santón. Estamos hablando del mundo de la política, no del ciudadano común. Ni usted podría lanzar en este momento esa primera piedra.
Si usted se sujetara al mundo de las leyes y del derecho, por lo menos ya habría desalojado de malvivientes, drogadictos y delincuentes el auditorio Che Guevara. Por favor, mejor mantenga la boca cerrada, no vaya a ser que un día también le encuentren un cadáver ahí.
En este valle de hipócritas, hasta las lágrimas deben ser sometidas a prueba de laboratorio, cuando los jodidos se lanzan contra los jodidos; cuando policías de pueblo se ven ante el riesgo de ser linchados por normalistas. ¿Esas son causas justas? ¿A usted le parece, señor Rector?
Por cierto: hay que empezar a ver cómo se distribuye el Presupuesto para las universidades. El desfalco de la Universidad de Morelos es escandaloso, por mucho que su rector quiera esconderlo entre marchas y manifestaciones. La autonomía y el fuero, son otra máscara para la corrupción.
¿Empieza usted a entender por qué nadie puede lanzar la primera piedra, Rector? ¡Hipócritas! Que nadie pretenda hablar a nombre del pueblo cuando participa en esa misma danza de impunidades que lo han masacrado y hundido en la miseria.
La pregunta sigue siendo la misma: ¿Cómo es posible que los partidos políticos postulen para puestos de elección popular a personajes por los que después no pueden responder y se deslindan simplemente de ellos sin siquiera pedir disculpas al electorado?
Y no nos referimos nada más a los casos de gobernadores. Sigue abierto también el escandaloso expediente de José Luis Abarca, en Iguala, que le abrió de plano las puertas del poder a los grupos delincuenciales.
Lo que ocurre en Guerrero, que tuvo su último colofón en la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, es parte de la misma descomposición que sufre México desde hace años, con la existencia de zonas vedadas, donde ni el Ejército puede entrar.
Filo de Caballo, la Montaña de Guerrero y Metlatonoc son, desde hace décadas, el triángulo de la producción de amapola, donde se trafican armas que vienen de Estados Unidos y Rusia, en medio de la más profunda miseria de los pobladores, que se han convertido en parte del negocio.
En ese juego de mascaradas fundó su riqueza y su poder José Luis Abarca, conocido joyero en Iguala, comerciante de plata, misma que llega a los portales del Zócalo de la Ciudad de México, donde pululan los mercaderes del oro.
A muchos se les olvida que fue el PRD, por sugerencia y presión directa de Lázaro Mazón y Sebastián de la Rosa, quienes postularon como alcalde a José Luis Abarca, con el apoyo de Andrés Manuel López Obrador.
Por tanto, en ese y en otros casos, lejos de contener la descomposición que ya existía, el PRD la profundizó, igual que lo han hecho otros partidos cuando llegan al poder. ¿O qué, lo de Guillermo Padrés en Sonora es una vacilada?
TODO ES SEGÚN EL COLOR DEL CRISTAL CON QUE SE MIRA
Por eso es que, en este mundo de apóstatas y prevaricadores convertidos en Mesías que pretenden llevarnos a la tierra prometida, hay que analizar con mucho cuidado las reacciones de algunos políticos y tratar de vernos por el cristal a la luz de la lámpara de Diógenes… para después no darnos por sorprendidos.
En los meses por venir, volverán las promesas pero es necesario medir ahora las reacciones y los rostros; analizar sus vocablos y palabras recurrentes. El hombre como especie, se define a sí mismo por el tipo de palabras y calificativos con que mide a los demás.
Ahí tenemos el caso de Andrés Manuel López Obrador y su reacción ante el Wall Street Journal.
No es la primera vez que se muestra intolerante y amenazador. Se queja de difamación y él incurre impunemente en ese delito sin siquiera investigar antes de emitir sus juicios sumarios, ni mucho menos pedir disculpas al saber que se equivocó.
En el 2008 acusó a un periodista de servir al CISEN cuando vio publicada en la cabeza de EL UNIVERSAL su expresión: “El movimiento es una vacilada, el movimiento soy yo”, producto de una noche aciaga, cuando discutía con Carlos Navarrete por la toma de tribuna en San Lázaro.
Esto lo dijo en su cuarto de Guerra, de las calles de San Luis Potosí, luego de su segundo intento fallido por ganar la Presidencia de la República. La expresión pudo escucharse hasta la calle, donde un grupo de reporteros aguardaban, ya entrada la noche.
Hubo más de tres testigos de la forma en que se obtuvo la información: simplemente escuchando en la calle, a través de una ventana entreabierta. Pero los periodistas de otros medios guardaron silencio y dejaron pasar la infamia, sintiéndose vengados porque los había “chacaleado”.
Aquella agria discusión dejó ver no sólo una actitud autoritaria, sino también una pertinaz inclinación a la difamación. Siendo tan religioso, no tuvo miedo de mentir y manchar la imagen de otro. Ahora, este rostro intolerante del candidato vuelve a aparecer y uno se pregunta ¿Cómo será su relación con la prensa si llega a Los Pinos?
Dios le exigiría un poco de humildad. En fin.
Hermanos, la misa ha terminado; hermanos, podéis marchar en paz.