Escenario político
Mancera, desentonado
Una clave de la propaganda de Miguel Ángel Mancera es separar su gobierno de aquellos que lo precedieron. Con cinco años en el gobierno es el gobernante más impopular de todos aquellos que han sido electos desde 1997.
Es tan importante su distancia con quienes encabezaron los dos sexenios previos como notaria es su aspiración de ser candidato a la Presidencia de la República sin respaldo del PAN, actor predominante en el frente que tratan de construir los segmentos de izquierda distintos a Morena.
Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubón jamás tuvieron indicadores tan bajos de aceptación, para mencionar solamente a los gobernantes electos y no a los sustitutos o interinos. Dos de ellos buscaron la presidencia después de gobernar al menos cinco años. Ebrard declinó por AMLO –previa encuesta privada– en 2012.
Desarrollaron notables programas y obra pública cuya ausencia es inimaginable para la ciudadanía en contraste con la pobreza de obra de esta administración y su alejamiento de la mayoría de la población capitalina.
No existe evidencia claramente contundente y pública, por ahora, de que Mancera se haya enriquecido ilícitamente; sus restaurantes y las sociedades hasta ahora conocidas y constituidas con otros para su multiplicación ya eran parte de una riqueza previa a su ingreso al gobierno capitalino.
Tampoco existe prueba de una corrupción diferente o mayor a la del promedio atribuido a los políticos mexicanos, especialmente los gobernadores.
En seguridad, ciertamente, hay un deterioro importante si se considera el avance registrado y en percepción de la alcanzada hasta fines de 2012.
Sus programas propagandizados y la ‘marca global’ que es CDMX no son tan relevantes para la mayoría de la población –¿quién habla en nombre de ella sino las propias encuestas?– como la percepción de que la movilidad es un caos; las fotomultas son excesivas y frecuentemente injustas al contabilizarse por uno o dos kilómetros por encima de los límites; el procesamiento de las licitaciones y la lentitud y escasez de la obra pública; la deuda en materia de justicia penal; la demagogia acerca de salarios mínimos que con aumento minúsculo es igualmente insuficiente y en el fondo una plataforma de humo para tranquilizar a los empresarios y engañar a nadie; la falta de coordinación inteligente con el Estado de México y con Morelos para efectos fiscales y de sustentabilidad y medio ambiente; el aumento predial y el desorden del uso de suelo; el misterio sobre el uso de nuevas recaudaciones; entre otros temas, son objeto de molestia e incluso de furia con Mancera.
Es relevante su ausencia de compromiso claro y formal con lo que queda del PRD y la frivolidad con que demuestra la organización de su tiempo, según prejuicio extendido dentro de su inner circle.
No es por ello extraño que la parodia sobre su campaña tenga tal éxito, muy por encima de la campaña donde implica compartir el desprecio por la política para privilegiar su presunta preferencia por los hechos.
La ciudadanía se prepara para una transición muy importante en 2018. Y la confianza que tuvo Mancera muy difícilmente la reencontrará a menos de un viraje de último momento…hacia AMLO
confianzafundada.mx