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CIUDAD DE MÉXICO, 10 de septiembre de 2024.- De 1985 a 2020, las coberturas antropogénicas pasaron de 69 a 72 por ciento de la superficie total del suelo habitado, es decir, la tierra urbana desplaza los usos de la vegetación nativa y la agricultura de secano (de temporal) en la megalópolis, reveló un estudio presentado por el director del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM, Francisco Estrada Porrúa.
Al participar en la primera jornada de trabajo del encuentro The Coalition for Biosphere Resilience. Global Environmental Research Working Conference: Connecting Environmental Research to Climate Solutions, el también investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático explicó:
Modelos computacionales del incremento de la mancha urbana indican que en 1985, el suelo urbano representaba tres por ciento y, en 2050, podría ser de entre 17 y 45 por ciento de la megalópolis de México.
En el acto organizado por la Coordinación de Relaciones y Asuntos Internacionales, detalló que, en contraste, el suelo agrícola de temporal disminuye con el paso de los años. Tres de los cuatro escenarios proyectan reducciones de la vegetación nativa que podría ir entre 10 y 46 por ciento, mientras que uno positivo donde se toman acciones preventivas para disminuir este efecto, estiman que el aumento podría llegar hasta 26 por ciento en 2050.
Durante la plenaria Human Habitats and Biodiversity, realizada en la Unidad de Seminarios Dr. Ignacio Chávez, el doctor en Economía añadió: si bien se ha documentado desde hace tiempo que la temperatura en México se ha incrementado más respecto a otras ciudades del mundo, uno de los problemas que se presentan son los retos que enfrentan las grandes urbes y el efecto de las islas de calor, de ahí la importancia de proyectar cuánto pueden llegar a crecer.
En el encuentro que reúne a expertos de la UNAM, la Universidad de Arizona, Marruecos, Europa e Israel, Estrada Porrúa añadió que si el objetivo de los especialistas es llegar a la resiliencia en entornos urbanos alrededor de México, implica que los desafíos son complejos, pues en ellos existe un gradiente urbano-rural que se suma a una amplia variedad de condiciones en términos de clima, ecosistemas, sociales y económicos, políticos y culturales.
En este entorno, continuó, la ciencia y el conocimiento generado desde espacios como las universidades es fundamental, por lo que se deben ampliar las relaciones entre la Universidad y otras instituciones de investigación nacionales e internacionales.
Al hacer uso de la palabra, la directora del Instituto de Biología (IB), Susana Magallón Puebla, subrayó que debido a su naturaleza de estudio y trayectoria de investigación, los especialistas de esa entidad universitaria están interesados en la emergencia climática, al reconocer que este es un momento crítico en nuestro sistema biológico y ecosistémico.
La investigadora recordó que si bien los sistemas evolutivos nos han enseñado que pasan siglos en adaptarse a nuevas condiciones de estrés, los cambios que estamos viendo en el panorama biológico se han manifestado en unas cuantas décadas, lo cual es alarmante porque los organismos no tienen suficiente tiempo para adaptarse.
En el IB, agregó, se ha revisado la evolución del cambio climático en México, las implicaciones sociales de estos procesos, además de las consecuencias para la conservación en áreas urbanas. “Creemos que podemos tener un papel muy importante en ayudar a generar resiliencia al incorporar nuestros estudios sobre biodiversidad en contextos evolutivos, con una perspectiva ecológica”.
En la jornada, también participó la investigadora del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, Fabiola Murguía Flores, quien comentó que parte de su trabajo se relaciona con bacterias del suelo llamadas metanótrofas, las cuales son el único sumidero biológico del metano atmosférico (CH4), un potente gas de efecto invernadero que es el responsable de aproximadamente 20 por ciento del aumento de las emisiones contaminantes, a partir de la era preindustrial.
La científica y su equipo desarrollaron un modelo de cómputo para revisar la absorción de estas bacterias en los suelos a escala global llamado MeMo, el cual con datos del suelo para el periodo 1990-2009 reveló que podrían procesar hasta 33.5 más metano por año, y en un ambiente cálido y semiárido los resultados serían mejores.
La académica de la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia, detalló que dicha tecnología ofrece la oportunidad de cuantificar con mayor precisión la importancia relativa de estos microorganismos en el suelo y su capacidad para contribuir a la reducción de los niveles atmosféricos de CH4 en futuros escenarios de cambio global.
El problema, apuntó Murguía Flores, es que estos microorganismos, sobreviven en ambientes específicos donde la temperatura, textura del suelo, humedad y contenido de nitrógeno las favorecen, lo que hace que sean sumideros globales del suelo, y que su disponibilidad sea restringida.
En el encuentro académico también participaron Mario Guevara Santamaría, investigador del Instituto de Geociencias y el Programa Universitario de Estudios Interdisciplinarios del Suelo (PUEIS), quien habló sobre el papel que tiene la conservación del suelo en la resiliencia para el territorio mexicano; Roberto Garibay Origel, especialista del IB y del PUEIS, compartió el Atlas de la Biodiversidad del suelo mexicano, documento que consideró útil para el desarrollo de políticas públicas y gobernanza en el país para la conservación del suelo.
Exequiel Rolón Michel, subdirector de Sustentabilidad y Relaciones con la Comunidad de Industrias Peñoles, Grupo BAL, compartió algunas de las acciones realizadas en dicho grupo comercial en materia de sustentabilidad y adaptación, en respuesta al cambio climático.