El agua, un derecho del pueblo
Entre las insolencias de Trump y la corrupción y omisiones del sistema político mexicano
En medio del proceso generalizado de descomposición que vive el país, esta semana nos enteramos de que, según datos del fascista Donald Trump, México provee el 90% de la heroína que gustosamente se chupan en aquel país.
Ni tardos ni perezosos, esta vez los secretarios de Gobernación y de Relaciones Exteriores salieron a responder tamaña afrenta bajo el casi cómico argumento de que “no hay manera de acreditar” que efectivamente México surta tales cantidades.
Es más: Osorio Chong se aventó la puntada de aclarar al imbécil que funge como Presidente, que “Afganistán es el mayor productor de amapola y lo hace con permiso, incluso, para usos medicinales para los diferentes laboratorios del mundo. “Es uno de los que puede llevar la droga a Estados Unidos o países de Sudamérica”.
De pasadita le advirtió que el gobierno mexicano de ninguna manera pondrá un quinto para el muro; “por supuesto que ellos están en su derecho de hacerlo dentro de su territorio, pero nosotros no vamos a pagar un solo centavo por él”, dijo categórico.
El problema es que, en los hechos, sea cuál sea la cantidad o el porcentaje de drogas que México le surte a aquel país, nuestro sistema social y político está literalmente atenazado por el narcotráfico y sus derivaciones del crimen organizado.
La prueba más fehaciente y contundente, fue el impune desfile de camionetas del Cártel de Jalisco Nueva Generación, desfilando por un municipio de Oaxaca, donde además la CNTE ha hecho del chantaje una nueva veta de la delincuencia y el crimen organizado.
No es la primera vez que un grupo armado se pasea con tal desfachatez, sin que ninguno de los tres niveles de gobierno intervenga. Incluso se han dado matazones, como en Michoacán, entre grupos armados que abiertamente se disputan los territorios.
México está mal y todo el dinero que se desperdicia en materia de seguridad interior, sólo sirve para abonar las cuentas de políticos y partidos que, como ya vemos en el caso del Partido del Trabajo, sólo se sirven para sus apetitos personales y de grupo.
Es el otro cartel, que también se placea impúdicamente bajo nuestras narices, repartiéndose “moches” y pago de favores hasta con empresas trasnacionales para fondear campañas e incidir en el rumbo del país.
Quizá, lo único sensato y sincero que dijo el secretario de Gobernación, es que la seguridad interior es un problema del país y en él todos los niveles de gobierno son responsables. La fuerza institucional no llega, porque está corrompida. Eso no lo dijo Osorio, pero se infiere.
¿Para qué quieren el poder los partidos si después salen a decirnos que es poco lo que pueden hacer? Llevan meses en el Congreso ventilando una Ley de Seguridad Interior y Mando Mixto o Mando Único, sin poder ponerse de acuerdo.
Mientras, abajo, en el mundo real, los ciudadanos siguen viviendo bajo el terror. Porque la delincuencia se acerca más y más, en hechos cotidianos. Las pruebas están ahí, en el repunte generalizado de delitos de alto impacto, desde el secuestro, feminicidios, asaltos a mano armada.
Tiene razón Osorio cuando dice que este asunto se resuelve de manera integral. “Hay que tomarlo con seriedad más allá de decir que solamente con becas, recursos y salarios se va a resolver el tema de seguridad”. Sí, el problema es que este fenómeno pasa también por la corrupción.
Los gastos ejercidos son descomunales: se invirtieron 5 mil 500 millones de pesos para cinco Centros de Inteligencia a nivel regional y se canalizó dinero para la formación de 32 unidades antisecuestro. Resultados: ninguno. El crimen sigue a la alza.
Pero la prueba más palpable de que los partidos y los políticos sostienen una simbiosis con las bandas del crimen organizado, es el poco interés que le ponen a los temas realmente torales de la vida pública nacional.
La gente está, no sólo angustiada por los terremotos, que se han vuelto una realidad constante de nuestra existencia. Tiene miedo de salir a la calle, de subir al transporte, de ir al trabajo o de llegar a su casa.
Pero los Anaya (PT-PAN) y los Ochoa discurren sobre sus propias corruptelas; chantajean y obstaculizan incluso el accionar del Congreso so pretexto de resolver temas importantes como la eliminación del “fiscal carnal” o la restitución de un Fiscal Electoral.
De qué demonios nos sirve a los mexicanos seguir empantanados en esos dos únicos temas cuando la delincuencia se placea. En nivel de prioridades, el tema de Seguridad Nacional y Seguridad Interior debería estar ya en la mesa del debate.
¿De qué le sirve a México mantener esa prohibición a ultranza de la siembra de enervantes cuando en Estados Unidos, todo california ya permite la venta de mariguana en presentaciones de diversas calidades.
¿De qué muro nos hablan cuando tenemos como vecinos a una población que consume tanta hierba como leche y carne en su dieta tradicional? Eso no lo va a parar Trump, que es el imbécil más grande del mundo, ni todos los sistemas sofisticados de seguridad. Es un asunto de leyes.
Pero aquí, en México, ya estamos más preocupados por ver las candidaturas para el próximo año y nos recetamos por televisión las doctas opiniones de encuestólogos que siempre se equivocan, ¡ah! Pero qué sabor le ponen al caldo y al ambiente político nacional.
Que si entre los priistas el favorito es Osorio; que para el Frente “Ciudadano” el ideal es Anaya; que si Margarita no representa más allá que las ambiciones de Felipe Calderón; que el caballo negro para captar a los panistas indecisos es Meade, en alianza con el PRI.
La política y los políticos, lejos de ser la fuente original que resuelva los problemas, nos está hundiendo, porque lo fundamental no está en la mesa de discusión. No es cierto que la pobreza sea la fuente de la delincuencia.
La manera como se ha querido enfrentar el flagelo de la miseria es la causa real. Los gobiernos paternalistas son los que prohijaron la corrupción, al convertir el ambulantaje político, económico y social en una forma de supervivencia.
El “permitir”, el cerrar los ojos, el hacer como que no veo, es la causa original de nuestros males. Se quiso pensar que ante la impotencia para generar empleo, era mejor generar el autoempleo. Y surgieron nuevas vetas de negocio con que ahora se nutre la política y los políticos.
Los miles de millones de pesos que semanalmente circulan en el ambulantaje de mercancías, palidecen ante las cifras de negocio que genera el tráfico de droga y el trasiego de amapola en Guerrero, Sinaloa, Michoacán.
Desde los años 40, en que Estados Unidos le pidió a México surtir de enervantes a su milicia siempre en guerra, los gobiernos mexicanos empezaron a hacerse de la vista gorda; porque finalmente eso sacaba de la hambruna a muchas poblaciones.
Mientras estuvo un partido en el poder hubo una suerte de control. Al arribo del PAN vino el desorden y todos los cárteles quisieron expandirse por otros territorios que antes tenían acotados.
México es hoy el centro de documentales; inspiración fundamental de series especiales que NETFLIX difunde por el mundo; y tenemos mujeres estúpidas que pueden dar mayor credibilidad a un asesino como “El Chapo”, que a las propias instituciones.
Todo eso que se dice y se ventila en esos programas de televisión, como si se tratara de algo irreal y lejano, es la cruda realidad de lo que ha vivido y vive ahora nuestro país. No, no es falso. Es evidente que, por ejemplo, la historia de “El Chapo” está asentada en esa política del “permitir” para sacar dividendos.
Es patético ver como un hombre, sumido en un ciego mesianismo, cree que pueda sacar al país del atorón en que vive, cuando no tiene siquiera una postura clara y contundente con el problema de las drogas, de la piratería, el ambulantaje.
¿Quién que haya gobernado una delegación o la ciudad de México no sabe el volumen de negocio que se levantan cada semana tan sólo por permitir a grupos de personas instalarse en las aceras para vender mercancía ilegal?
Las Dolores Padierna y los Monreales de México se mueven al amparo de esos negocios, bajo el pretexto de que no habría manera de dar ocupación a esos millones de personas que sólo buscan el autoempleo.
Somos un país hipócrita. Vivimos y nos movemos en esa nata, pero estamos ¡tan acostumbrados a hacernos guajes! Y nos ponemos camisetas que ni nos van, ni nos vienen; nos desgarramos defendiendo imágenes y cultos que nunca nos han respondido.
¡Que si Santiago Nieto era la punta de lanza para desenmascarar a Peña Nieto! ¡Por favor! Esas son las falacias y el atole con el dedo que nos dan, día con día, los Anaya de este país que se pasan entre las piernas la vergüenza y pueden estar 20 años en un partido o aplastar a otros para permanecer o volverse candidatos. Ese, amigos, es el México de hoy, es nuestro México.